Uhuru Kenyatta, imputado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de lesa humanidad, prestó hoy juramento como cuarto presidente de Kenia, en una ceremonia multitudinaria a la que asistieron doce jefes de Estado de África.
A sus 51 años, Kenyatta se convirtió en el presidente más joven de la historia del país en un acto solemne y colorido celebrado en el estadio de Kasarani, a las afueras de Nairobi, donde unas 60.000 personas abarrotaron el aforo, muchas agitando banderas kenianas.
Ovacionado repetidamente por la multitud, el nuevo jefe de Estado juró el cargo ante la misma Biblia que usó en 1963 (año de la independencia de Kenia) su padre, Jomo Kenyatta, primer presidente de Kenia y considerado el padre fundador de la patria.
Bajo la estricta vigilancia de unos mil soldados y policías, la investidura fue saludada solemnemente por 21 salvas de cañón, en una ceremonia muy animada (el público hizo la ola numerosas veces) y amenizada por danzas tradicionales, mientras vendedores ambulantes fuera del estadio vendían la foto de Kenyatta hasta con marco.
Tras ganar las elecciones del pasado 4 de marzo, el flamante mandatario -el hombre más rico de Kenia- sucede en la Presidencia a Mwai Kibaki, de 81 años, que había dirigido el país desde diciembre de 2002, un periodo en el que Kenyatta ejerció de viceprimer ministro y encabezó los ministerios de Finanzas y Comercio.
Una docena de presidentes de África fue testigo del histórico momento, entre ellos los presidentes de Sudáfrica, Jacob Zuma; Ruanda, Paul Kagame; Uganda, Yoweri Museveni; Sudán del Sur, Salva Kiir; Nigeria, Goodluck Jonathan; y Zimbabue, Robert Mugabe.
La Unión Europea (UE), EEUU y países afines como Canadá o Japón estuvieron representados por sus embajadores destacados en Kenia, por lo que el llamado «hijo predilecto» del país, el presidente estadounidense, Barack Obama, de padre keniano, no acudió al acto.
Por contra, China, cuya influencia económica es cada vez mayor en Kenia, envió a un representante de mayor rango, el vicepresidente del Congreso del Partido Comunista, Zhang Baowen.
Kenyatta ha suscitado los recelos de la UE y EEUU porque tiene un caso pendiente ante la CPI por su supuesta participación en la violencia postelectoral de finales de 2007 y principios de 2008, en la que murieron en Kenia unas 1.300 personas.
De hecho, el nuevo gobernante no cuenta con la simpatía de diplomáticos de países occidentales como Reino Unido, Francia o EEUU, que dejaron entrever, antes de las recientes elecciones, que si Kenyatta era elegido presidente, podría haber «consecuencias».
Kenia es el primer país que elige como jefe de Estado a un candidato procesado por la CPI, y es el segundo país, después de Sudán, dirigido por un presidente en activo que afronta un juicio de esa corte.
Asimismo, el vicepresidente keniano, William Ruto, que también juró hoy el cargo, está pendiente de juicio en la CPI con cargos en su contra similares a los de Kenyatta.
En su discurso de investidura, el nuevo presidente aseguró hoy que cumplirá sus «obligaciones internacionales» en una aparente alusión a la CPI, si bien puntualizó que esas obligaciones deben basarse en «los principios de mutuo respeto y reciprocidad».
Menos conciliador se mostró el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, quien usó su intervención en la ceremonia para felicitar a los votantes kenianos por elegir como presidente a Kenyatta y, de esa manera, rechazar «el chantaje de la Corte Penal Internacional».
Kenyatta pudo hoy cumplir el sueño de seguir la estela presidencial de su padre después de ser ratificado como vencedor de las elecciones de marzo por el Tribunal Supremo, que desestimó la impugnación de los resultados por presunto fraude que presentó la coalición del ya exprimer ministro, Raila Odinga.
Odinga, derrotado también en los polémicos comicios de 2007, no asistió hoy a la ceremonia de investidura por hallarse de vacaciones en Sudáfrica, aunque su nombre se oyó en varios discursos acompañado de abucheos del público, en su mayoría partidario de Kenyatta.
Los comicios de marzo pasado se desarrollaron en general de forma pacífica, frente a las elecciones de diciembre de 2007, que desembocaron en una ola de violencia político-tribalista, después del supuesto amaño electoral de Mwai Kibaki.
El caos cesó con la firma de un acuerdo, en febrero de 2008, para formar un Gobierno de unidad en el que Kibaki (de la mayoritaria tribu kikuyu) mantuvo la presidencia, y Odinga, de la numerosa etnia lúo, fue designado primer ministro, un cargo creado «ad hoc».
Esa crisis provocó una división en el país que aún no ha cicatrizado, de ahí que Kenyatta -tercer presidente kikuyu que accede al poder- abogara hoy por trabajar como líder de «todos los kenianos» y buscar «una paz que promueva la unidad» de Kenia. // IPP
Fuente: Agencias