El fin de semana del jueves 23 de junio de 2011 bajé al litoral de Vargas con mi esposa para aprovechar que el feriado del 24, por la celebración de la Batalla de Carabobo, nos permitía unir tres días de descanso.
El destino quiso que no fuera así, pues el viernes en la tarde recibí la llamada de una fuente periodística que había venido cultivando desde hacía más de cuatro años y esta vez volvía a estar en Cuba. Este «amigo» me llamó a uno de los tres teléfonos que uso a diario, cambiándoles su chip, con la suerte de que lo tenía a mi lado y lo pude atender de inmediato. Buscamos otra conexión más segura pues me dijo que tenía «una bomba» que marcaría el destino de Venezuela. Debo confesar que los días previos al 25, esa semana, me había estado llamando desde la isla otra fuente que conocí viajando de Costa Rica a Caracas y que estaban ligadas a la llamada «nomenklatura cubana». Me «preparaba» para soltarme por gotas alguna información de los resultados de la intervención del absceso. Su primera información fue decirme que se la había descubierto a Chávez un tumor tras una operación de la rodilla. Que los análisis demorarían unos días pero que se temía fueran malos.
Recordé que el 9 de mayo Chávez había suspendido una gira por Brasil, Ecuador y Cuba achacándole la culpa a una lesión de rodilla que lo hacía caminar cojeando y con bastón. Tres semanas más tarde anunciaba que la gira cancelada sería ahora el 6 de junio. Luego el 10 de junio es el canciller Nicolás Maduro -que desde entonces no se le despegaría sino en solo una ocasión hasta el 2013- quien anuncia que fue operado de urgencia en La Habana, en el Cimeq -Centro de Especialidades Médico Quirúrgicas, de La Habana-, de un absceso pélvico y que estaba en recuperación.
Transcurridas entonces, esta vez, dos semanas de esa operación de emergencia, es que me llama mi fuente. Desde las 2:00 hasta las 6:00 de la madrugada del sábado 25, converso por dos teléfonos con quien luego en los casi dos años hasta hoy he tenido contacto casi diario por otras vías y redes. Debo agradecerle su colaboración pues todo lo que he escrito en este diario, en mi portal www.runrun.es y en mi twitter @nelsonbocaranda, así como lo que en la radio he comentado, siempre se ajustó a la verdad de esa fuente y las otras dos en las que confié al corroborar todo lo que me señalaban.
La noticia era grande. Llamé al periódico, a Elides Rojas y le conté. Temeroso, con razón, a que fuera una trampa como las tantas que los cubanos nos han puesto en décadas sobre la salud de Fidel Castro.
Consciente de la gravedad de los hechos le dije que yo iba a colocar toda la historia en mi portal ese mismo sábado para asumir la plena responsabilidad de tan impactante noticia. Fue así. Hasta coloqué las iniciales de los tres médicos venezolanos que de una u otra forma habían conocido de las dolencias del Caudillo. El diario las eliminó en su reporte a página entera del domingo 26 de junio de 2011.
Volviendo a las horas del amanecer y mi conversa, decido terminar de atar todos los cabos y emprendo la búsqueda de las fuentes alternativas que no solo corroboren lo que ya daba por cierto, sino que me aporten más valor agregado. De los tres médicos venezolanos indago sobre dos de ellos. Contacto por vía torcida a uno que de entrada se hace el loco, pero a medida que le hablo se da cuenta y me dice: «¡Nelson, tu sabes algo muy delicado y me pidieron secreto total, carajo!». Así certifico otros detalles, como la presencia de dos médicos españoles, casualmente en La Habana haciendo el chequeo semestral de Fidel, y el seguimiento que desde Caracas hacía un médico venezolano vía internet. Otro viajaría desde Boston para intercambiar con los demás. Es decir que todos los contactados, en la periferia de ellos, fueron aportándome detalles para montar lo que sería una historia cuasi repetida hasta hoy, cuando en cuatro meses cumpliré dos años del tubazo. Luego de la aparición de nuestro reporte pasaron 5 días para que alguien del Gobierno lo confirmara. Los rojos eran incrédulos y por ello recibí una andanada -una más- de insultos y amenazas por gente de la revolución. Desde el Twitter de los poderosos, incluyendo ministricos, hasta menciones por Aporrea y otros medios rojitos.
Cuando Chávez reconoce en aquella transmisión desde Cuba que tiene cáncer, me entra un alivio en medio de aquellos días donde mucha gente dudaba de mi información o me decían ser agente del G2 cubano o hasta de la CIA.
Comenzaba allí lo que se convertiría en el seguimiento más exhaustivo que jamás pensé hacer por una noticia. Esta vez cada capítulo sería más importante que el anterior. Poco a poco fui dando detalles de los muchos vuelos a Cuba, los tratamientos, las reacciones y las angustias presidenciales.
Llega así el Carnaval del 2012 y es el lunes 21 de febrero cuando me informan las fuentes que se fueron ampliando y asegurando con el tiempo, que hay que hacerle otra operación, pues apareció un nuevo tumor. Estaba yo en Miami cuando coloco ese día un tuit con la información. Como Chávez nos venía diciendo en sus periplos por el país -visitando templos y monumentos católicos, recibiendo representantes de otras iglesias, creencias y ritos- que ya estaba curado, fui pájaro de mal agüero con ese dato y comenzó la peor avalancha de mensajes vulgares, despiadados, amenazantes en mi contra. Tomaba el avión a Caracas esa tarde y se regó en las redes sociales que sería detenido en Maiquetía. Recuerdo que estaba viendo Globovisión poco antes de salir al aeropuerto de Miami y con el iPad leía que el Twitter se calentaba en mi contra. Chávez había llegado de Cuba directamente a Barinas, a la fábrica de tractores bielorrusos Veneminsk, donde lanzaba una cadena al lado del vicepresidente Elías Jaua. Sus primeras palabras fueron para anunciar que sería operado nuevamente porque había reaparecido «una nueva lesión». Respiré tranquilo y llamé a la fuente, esta vez otra distinta, para darle las gracias. Me dijo lo mismo que las demás, lo que he atesorado en mi carrera: «porque tú confías en mí, yo confío en ti. Tu respeto por mi Comandante ha sido clave para mantenerte al día con la información. Eso no se puede negar». Vi por la TV las caras de muchos de los que me habían ofendido ese día en Twitter y me habían tildado de «necrófilo». Dios me puso frente a dos de ellos tres meses después. Me alegré que el militar me reconociera la sugerencia que les habían dado desde el ministerio de «rizarrita» para atacarme por mentiroso. Desde ese día esa fuente se abrió y los dos hemos intercambiado información sensible y delicada. Antenoche que escuché al presidente de la Asamblea decir que nunca pensaron que Chávez se podía enfermar, recordé algo que me dijo el año pasado otro alto funcionario, marino retirado, al referirse a la enfermedad del líder de la revolución bolivariana. Algo que se repite con las personas más allegadas al Comandante en estos 14 años. Pensaron que este gobierno, su líder, su revolución era eterna y no finita. Ayer lo conversaba con algunos de sus colaboradores y me daban la razón.
El trabajo de mantener en secreto, en confidencia, una fuente es precisamente la confianza mutua que se tengan los dos involucrados. Con la enfermedad presidencial pude experimentar que las fuentes siempre estuvieron dispuestas a certificarme los datos que yo conseguía por otros caminos verdes.
Comprenderán que a medida que se fue agrandando el espectro médico del paciente tuve que ir ampliando mis contactos en los países de donde provenían los galenos asesores, que no tratantes. Por un médico venezolano en Estados Unidos conseguí a dos de sus colegas en Brasil, precisamente del Hospital Sirio Libanés, que integraban el equipo oncológico que analizó, varias veces, por teleconferencia los resultados de los exámenes junto a los colegas de Cuba, España y Venezuela. Esas consultas se mantuvieron activas hasta noviembre del año 2012 cuando los cubanos decidieron no compartir más los exámenes que en el Cimeq se hacían.
Igualmente con el caso de los dos médicos españoles que, por casualidad, estaban en el chequeo semestral del líder octogenario de Cuba y padre putativo del caudillo venezolano.
Con el transcurrir de estos 19 meses tuve que moverme de forma distinta a lo que hago con mis habituales contactos y mis vías de comunicación normales pues hubo mucho seguimiento tratando de descubrir mis informantes. Pasé por penetración en correos, la intercepción habitual de mis llamadas telefónicas y varias escaramuzas con hackers. Igualmente cuando por un tuit supe que estaban recogiendo los teléfonos celulares en las zonas aledañas al Cimeq y El Laguito, pude enterarme de que hay más de 35 mil celulares venezolanos, de las tres operadoras nacionales, funcionando en la isla. Los viajes diarios de más de 300 cubanos, en ida o vuelta, han permitido esa proliferación de celulares para enviarle mensajes de texto o llamadas a sus allegados.
En un momento determinado, casi a los dos meses del primer tubazo, conocí de una conversación entre los hermanos Castro y Chávez donde Fidel le decía que me conocía, que lo había entrevistado 90 minutos en 1989 en la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, y que me había dado esa oportunidad pues lo perseguí por dos días pidiéndosela. En esa plática el líder cubano habría dicho en chanza que yo tenía «más contactos que el G2». Tras aquel momento el presidente Chávez comenzó a ver mis reseñas con fruición. Siempre consideró que mi tratamiento a su enfermedad había sido respetuoso y así me lo dejaron saber hace meses los dos personajes que arriba cité.
En fin, este es un trabajo, más que de hormiguita, de araña. Hay que establecer una telaraña de contactos que en algunos puntos se unen y permiten certificarlos cuando surge una duda o sospecha.
El tema de la salud del mandatario fue el más delicado que alguna vez me ha tocado cubrir. Llegué a relacionarme de tal forma con las fuentes que muchas veces pasé agachado antes de hacer pública información sensible. Preferí que otros la dieran y hasta especularan. Muchos inventaron, mintieron o cayeron por inocentes. Un riesgo que se corría. En esa confianza mutua radica que nunca fui desmentido y el tiempo lamentablemente me dio la razón.
Me uno aquí al sentimiento de sus familiares, allegados y el pueblo venezolano. La manifestación de cariño del pueblo a su carismático líder nos confirma el lazo afectivo que unió a Chávez con los más desposeídos a los que tocó en su alma.
Fuente: EU