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Tratos españoles

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Tratos españoles

 

Como hay una corriente cerreramente contraria a la posibilidad de dialogar con la dictadura, para ver si salimos de ella por vía pacífica o sin traumas difíciles de superar, quizá convenga mirarnos en el espejo actual de España después de las elecciones generales. La necesidad de negociar la formación de los gobiernos regionales y municipales, y la urgencia por llegar a la investidura del presidente del gobierno, nos ponen ante un ir y venir de convenios específicos que permiten la superación de obstáculos sin cuya desaparición no se llega a la deseada gobernabilidad.

 

 

Muchos de esos arreglos parecen escandalosos, porque incluyen la posibilidad de cohabitar con la extrema derecha y con banderías cercanas a ETA o influidas por ella, pero forman parte de una cotidianidad que puede abrir rutas más sosegadas y esperanzadoras para las rutinas democráticas. En casos como los que se han presentado en Cataluña, comarca crispada por el enfrentamiento entre los independentistas y los constitucionalistas, los acuerdos han sido más trabajosos, y en muchos casos se han estrellado ante el muro de las pasiones y los prejuicios, pero se han intentado en la búsqueda de un oxígeno que cada vez se extraña más en la vida de la ciudadanía.

 

 

Conviene recordar que los tratos son el resultado de la voluntad popular. La decisión de los votantes condujo a una fragmentación de los cuerpos de representación municipal, regional y nacional, que obliga a soldar un rompecabezas lleno de piezas calientes y renuentes que prefieren la soledad a lo que consideran como mala compañía, pero que deben buscar acercamientos para sobrevivir en el favor popular y para mantener un establecimiento del cual depende que sigan en las diversas cúpulas que habitan, o que quieren habitar. Estamos ante el imperio de la praxis, capaz de superar los límites de las ideologías y de las preferencias partidarias para que estas puedan permanecer en el futuro.

 

 

Hacemos estos comentarios sobre las negociaciones que se están cerrando en España entre los partidos porque nos pueden servir de ejemplo. La política como arte de buscar avenimientos dentro de la diversidad ha mostrado sus virtudes y sus vicios en el escenario peninsular de nuestros días, con resultados capaces de asegurar la tranquilidad social y la marcha de la administración pública. ¿No puede suceder lo mismo en Venezuela? ¿Somos un territorio definitivamente negado a la alternativa de razonar sobre el bien común desde posiciones encontradas? ¿Estamos condenados a guerras y a guerrillas sin cuartel que niegan la posibilidad de un futuro de paz colectiva? Los ciudadanos tienen la palabra, si piensan con calma en su destino.

 

Editorial de El Nacional

 

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