Unificar creencias como estrategia de control
Es conocido como Constantino «el grande» porque el Imperio Romano estuvo en constante expansión mientras se encontraba bajo su mandato. El alcance de sus ideales marcó un hito en la historia de Roma.
Emperador de Roma y con una insaciable sed de poder, Constantino “el grande” decidió aceptar las creencias de los que hasta el momento habían sido marginados, para poder contarlos como parte de su séquito.
La creciente avalancha de cristianos era cada vez más poderosa, por lo que tenerlos como aliados representaba no solamente más seguidores, sino mayores posibilidades de conquistar otras tierras.
El cristianismo se propagó por el mundo como una ola indetenible. Todos aquellos que promulgaban las enseñanzas de Jesucristo, eran tan fieles a sus creencias, que preferían soportar persecuciones y torturas en lugar de traicionar a su Dios.
Constantino, vio en ellos una oportunidad: seguidores fieles, valientes y numerosos.
¿Cuál sería su estrategia? Otorgarle legitimidad al cristianismo. Los seguidores de la religión serían respetados y cesarían las persecuciones gubernamentales en su contra. ¿Cuál sería su ganancia? Miles de cristianos lo respetarían y apoyarían, puesto que lo verían como un aliado en lugar de una amenaza.
¿Un sueño o una manipulación? La cruz como símbolo religioso
Existen numerosas versiones de la leyenda, algunas aseguran que la cruz apareció frente a todo el ejército de Constantino, mientras que la más promulgada insiste en que solo fue a él.
Antiguamente, los poderes políticos se dividían en una tetrarquía –cuatro personas estaban al mando-, dos de los patriarcas se habían retirado del cargo, por lo que la lucha por el poder absoluto del imperio quedó en manos de Constantino I y Majencio.
La única manera de resolver el inconveniente, era mediante una batalla. Se había decretado que sucedería en el puente de Milvio, donde lucharían y el vencedor obtendría el poder absoluto.
Constantino había preparado a su ejército para luchar por lo que –según él-, se merecía. Fue días antes de la batalla cuando una cruz se le apareció en un sueño con las siglas “in hoc signo vinces” que traduce “con este símbolo vencerás”.
Sorprendido por tal revelación, decidió adoptar la cruz como símbolo oficial de su causa. “Impresionado, Constantino mandó que a partir de entonces figurase en los estandartes o lábaros de sus tropas una cruz cristiana orlada con tal inscripción”, explica Eusebio de Cesarea, el biógrafo oficial de Constantino.
Un mensaje directo del mismísimo Jesucristo
Dato curioso: Si bien por años se ha multiplicado la imagen de Jesucristo crucificado en una cruz, ciertas pruebas históricas afirman que esta práctica de tortura se hacía realmente en estructuras de madera en forma de T, es decir no eran una cruz.
Eusebio de Cesarea, es conocido como el “padre de la historia de la Iglesia”, puesto que sus escritos son la evidencia más antigua que se tiene sobre la hegemonía de la institución religiosa.
Además de ser un teólogo reconocido y a su vez; historiador, es oficialmente el biógrafo de Constantino I, por lo que fue el encargado de inmortalizar lo que sucedió realmente tras la “aparición” de la cruz.
Existen muchas versiones del mito, algunos aseguran que fue un sueño y otros que simplemente era una estrategia visual para ser reconocido al escoger un símbolo como identidad, la versión de Eusebio de Cesarea lo explica así:
Constantino I iba camino a la batalla junto a sus tropas, cuando frente a él apareció una inmensa cruz iluminada con destellos dorados con la inscripción “in hoc signo vinces” –con este símbolo vencerás-. Si bien quedó sorprendido por el acontecimiento, no entendió el mensaje.
Esa misma noche, tuvo un sueño en el que Jesucristo le explicaba que si utilizaba la cruz como símbolo, saldría victorioso de todos sus enfrentamientos y desde ese momento, utilizó el símbolo como escudo infalible y como demostración de su fe.
El respeto por una creencia lo convirtió en “el grande”
Constantino resultó ser el primer emperador cristiano de Roma, fue bautizado poco antes de morir.
Si bien ya la cruz se había convertido en su símbolo oficial, y los cristianos habían comenzado a adoptarla como parte de sus creencias –en un inicio se utilizaba la silueta de un pez como símbolo-, Constantino quería asegurar su éxito todavía más.
Como una estrategia para posicionarse y lograr una empatía con los creyentes del cristianismo, en el año 313 se legaliza el “Edicto de Milán”, un decreto conocido también como “La tolerancia del cristianismo”, el cual aseguraba que cesarían las persecuciones a cristianos y que Roma promovía la “libertad de culto a los cristianos”.
No solamente podrían ejercer libremente su religión, sino que pasaría a ser considerada legal y tendrían permiso oficial de construir templos de culto libre.
Habían pasado de ser creyentes clandestinos y señalados, a ciudadanos con derechos y libertades.
Antes del decreto, los cristianos eran perseguidos y torturados con los castigos más crueles, brindarles una “mano amiga”, resultó ser una exitosísima estrategia. Al tener a los cristianos de su lado, se le hizo fácil adentrarse en el Mediterráneo oriental y convertirse en uno de los emperadores romanos con más relevancia en la historia.
¿Entonces Roma comenzó a ser cristiana?
No. Constantino con su revolución inició un proceso de aceptación y respeto hacia las creencias cristianas, promulgó la “libertad de culto” y comenzó a utilizar la cruz como símbolo, pero el Imperio romano no adoptó el cristianismo como religión oficial sino hasta el Edicto de Tesalónica, decretado por el emperador romano Teodosio, el 27 de febrero del año 380.
Culturizando
Con información de TIEMPO