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Unidos es mejor

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Unidos es mejor

Se discute en los medios y las redes sociales, también entre los partidos y dentro de ellos, acerca de las características que ha de tener la lucha de la oposición en esta nueva etapa.

 

Me gustaría que ese debate necesario transcurriera de otro modo, más analítico, pero comprendo que las cosas humanas son como son y no siempre como deberían ser. En nuestras discusiones intervienen quienes creen en que además de oposición debemos ser alternativa, también los que ponen su acento en que nos opongamos a todo y como sea.

 

Y, aunque sean menos, los que están ganados por los argumentos, más pasionales que reales, de la antipolítica. Pero se trata de respetar a todos, porque todos lo merecen, y tratar de sacar conclusiones útiles y eficaces. La premisa, para mí, es que cualquier cambio de estrategia o táctica, cualquier línea o acción de la alternativa democrática venezolana, para tener impacto real presupone la Unidad.

 

Está de moda en algunos tirar piedras a la Unidad. No hay que ser muy talentoso ni muy valiente para eso. Es sencillo y poco costoso. Nadie corre riesgos por hacerlo, riesgos comparables a oponerse y plantear una alternativa al gobierno actual, superavitario en recursos y deficitario en escrúpulos. De seguro hay mucha crítica merecida, y es bienvenida. Otros ataques, sinceramente, no lo son. Y tampoco pretenden ser justos.

 

En la crítica injusta hay desahogo por la frustración de haber perdido, y también oportunismo, cálculo político y, ojo, interés del gobierno que siempre está intrigando. Al crítico injusto por frustración no le interesa si el fin de la Unidad le conviene o no. Critica y punto.

 

Los oportunistas y calculadores creen que les conviene, pero la cuenta que sacan es bastante miope. Y el gobierno sabe que le conviene, y mucho. Así que no escribo para el gobierno, que sí sabe en qué anda. Anda en acabar con la Unidad, pues es el obstáculo en sus planes hegemónicos. Hablar es fácil. Hacer política es bastante más difícil.

 

En política hay que hablar, y también saber callar. Además hay que pensar y planificar, para eso hay que conocer y comprender la realidad, e intentar anticiparse a lo que pueda venir. Y hacer, sobre todo hacer. Hacer exige organización, capacidad para tomar decisiones y voluntad para ejecutarlas. La política es comunicación.

 

Pero sobre todo acción. Las acciones comunican. Cuando hacemos y cuando decidimos no hacer, que puede ser a veces un modo de actuar. Lo que no sirve es que se diga una cosa y se haga otra, porque tarde o temprano se nota.

 

Y como la fama no es prestigio, la popularidad no es credibilidad. Por eso nos engañamos al creer que bastan la imagen, la apariencia, el discurso. El mensaje es todo, pero principalmente la conducta.

 

La gente es bastante menos tonta de lo que algunos creen o, al menos, no es tonta siempre. Para un año sin calendario electoral y con una situación económica y social de predecible agravamiento, hay que hacer ajustes estratégicos y tácticos.

 

Estar preparados para afrontar la realidad requiere una organización eficaz. Estar más unidos, sabiendo qué hacer cada uno y qué juntos. Y hacerlo. Y más abiertos, aunque es muy posible que coyunturalmente se acentúe nuestra soledad. Pero lo que a nadie puede pasarle por la cabeza es que sea preferible pasar este trecho a solas.

 

Ahí se le trancó el serrucho al refrán, porque es mucho más lo que acerca a las fuerzas democráticas que lo que las separa. Los egos, otro día. Y, atención: el apuro es imprudente. Y apurarse y, además, decir que estás apurado, imprudente hasta el colmo.

 

Ramón Guillermo Aveledo

 

 

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