La crisis engendrada por el régimen avanza como una locomotora descarrilada. Es evidente que Maduro no tiene, ni sabe ni puede, ni encuentra cómo resolver y remediar esta descalabrada economía, que impacta ferozmente en todos los sectores sociales del país. La crisis luce indetenible. Los rastros de la inflación son, más que rasguños, heridas profundas en el tejido social de donde brota un sentimiento de indignación que encuentra en la cara de Maduro el principal responsable de esta debacle.
El gobierno busca afanosamente justificación de nueva factura, pero no cuenta con fuentes creativas que vayan más allá de centrar los disparos en el “enemigo externo” y en los conspiradores que, según su versión, desarrollan una maluca “guerra económica”. Nada de eso ya ayuda a amortiguar el trancazo de la inflación amasijada con la devaluación, que son procreadas en las chatarrizadas dependencias del Banco Central de Venezuela. Maduro ha pospuesto el anuncio de las medidas salvacionistas varias veces. Lo hizo con una frecuencia demencial en diciembre, cerrando el 2014 y comenzó con la misma indefinición este nuevo ciclo.
Maduro ha venido retrasando acciones responsables, y contrariamente a la lógica, lo que hace es empeorar el panorama. Por eso más del 86% de los ciudadanos están inconformes con la situación económica y social del país. Eso indica que los venezolanos tenemos amplios puntos de coincidencias, que parten de la aspiración de librarnos de los problemas que giran en el epicentro de una crisis terminal que ha colapsado nuestro aparato productivo.
Al régimen le quedan varias salidas. Una de ellas es el manejo de los recursos financieros, que aunque deficitarios, no dejan de ser municiones para luchar abriendo caminos a fuerza de “cañonazos” monetarios. Sabemos que esos presupuestos y asignaciones de divisas, los disponen sin rendir cuentas ni someterse a control previo alguno. Otra salida es manipular los canales electorales, retrasando elecciones a su gusto y necesidad. Pero aun así, no podrán posponer la crisis, sino tratar de sobrevivir en medio de esta tormenta a base de represión. Por eso pretenden paralizar de miedo a la ciudadanía que hace colas en todos los pueblos del país. Pretenden que la gente no se queje ni denuncie tantos actos estrafalarios. Un escenario ideal para un régimen agotado, consiste en hacer elecciones en un contexto de Estado de Excepción de hecho. Así la oposición tendrá que multiplicar sus votos, movilizando a la ciudadanía por vías muy novedosas, mientras que el régimen dispondrá de un aparataje comunicacional y montañas de dineros para voltear la crítica realidad que los adversa.
Lo cierto es que frente a este autoritarismo descarado, luchar juntos, unidos y democráticamente, es lo más sensato.
Antonio Ledezma
