En Venezuela ya no se duerme. Vivimos pegados a las redes sociales para enterarnos a través de ellas, de los recurrentes ataques de las bandas armadas oficiales y el paramilitarismo del régimen que acosa, amenaza, dispara y asesina a venezolanos. Los gochos son sin duda quienes más han sufrido, pero en Carabobo, Aragua, y algunos sectores de Caracas los ataques también arrecian.
La profusión de fotografías y vídeos caseros es enorme, a este régimen lo desenmascaran los millones de reporteros gráficos en que se han convertido los ciudadanos producto del bloqueo informativo del monopolio comunicacional del régimen y, de los medios privados, quienes por presión o sin ella, han decidido auto censurarse y silenciar la tragedia sembrada por la administración Chávez-Maduro, dirigida desde La Habana para consolidar el comunismo en Venezuela y la región.
Esta historia oscura de la Venezuela contemporánea, esta siendo escrita, filmada y reportada gracias a la tecnología que en nuestro país no han podido frenar aún. La fiscal Ortega, quien calificó a las redes sociales de «perversas», intentará silenciarlas también, pero ya el mundo entero sabe, que en Venezuela hay dictadura y conoce al dictador.
Al momento de escribir esta columna, domingo 23 de marzo, esas mismas redes están llenas de mensajes de dolor por el asesinato en Los Nuevos Teques, de una joven de 28 años embarazada de 3 meses: Adriana Urquiola, intérprete de señas del noticiero de Venevisión. El alcalde del municipio Guaicaipuro del estado Miranda, Francisco Garcés, calificó la misma de «extraña». ¿Qué es lo que quiere decir el funcionario? Este país se nos volvió extraño e irreconocible desde que se instauró aquí la llamada revolución. La muerte es lo único que abunda, junto a la corrupción. Ya son más de 200 mil muertos en 15 años y ¿cuántos han quedado impunes? Más del 90 por ciento. Ni siquiera sabemos quien mató a Danilo Anderson.
Al final de la tarde del pasado sábado, el país se enteraba, vía Twitter que la residencia de la periodista Mildred Manrique, quien labora para el diario 2001, estaba siendo allanada sin orden judicial, por la Guardia Nacional y funcionarios de otros cuerpos policiales. La colega fue detenida imputándosele cargos de terrorismo por encontrarse en su apartamento un chaleco antibalas y una máscara antigas, herramientas de trabajo que en los últimos años, son tan o más importantes que la cámara, el lápiz y el grabador, porque hacer periodismo en este país, se ha convertido en un oficio de altísimo riego.
El domingo, un centenar de periodistas protestó ante el comando Nacional de la Guardia Nacional en Caracas, por tanto abuso y persecución a los comunicadores y su misión de informar. Justo Noguera Pietri, comandante de ese componente y el general Antonio Benavides Torres, reconocieron excesos en la actuación de la GNB contra periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Anunciaron que «girarán instrucciones para que quede prohibido en Caracas y en todo el país la detención de cualquier trabajador de la prensa», como sí eso fuera una nueva ley dictada por ellos, una concesión graciosa a los comunicadores.
Señores, el derecho al trabajo es mandato de la constitución la cual dice en su artículo 89, literal 5: «El trabajo es un hecho social y gozará de la protección del Estado. La ley dispondrá lo necesario para mejorar las condiciones materiales, morales e intelectuales de los trabajadores y trabajadoras. Para el cumplimiento de esta obligación del Estado se establecen los siguientes principios: 5. Se prohíbe todo tipo de discriminación por razones de política, edad, raza, sexo o credo o por cualquier otra condición.
¿Qué parte es la que no han entendido?
Mi solidaridad con los familiares y amigos de todos los caídos y asesinados en estos años de horror. Mi respaldo y fraternidad a Mildred y a todos los colegas que con honestidad cumplen el deber de informar. Mi identificación democrática con quienes luchan por la reconquista de la libertad en nuestro país. Les abrazo.
pereznitu@gmail.com
@nituperez
Por Nitu Pérez Osuna
