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Sería para reírse…

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Sería para reírse…

 

En Venezuela por primera vez hay hambre, algo que no había ocurrido nunca, y esta es sin duda la principal originalidad del gobierno de Nicolás Maduro, cuyos planes económicos han terminado en una escasez agobiante: los alimentos no se encuentran, o muchos no los pueden pagar. Como siempre, unos cuantos pagarán tranquilamente precios exagerados por conseguir lo que buscan.

 

 

Abundan los que solo comen una vez al día, y mal. Un servicio doméstico le pide a su empleadora que le entregue alimentos en vez de sueldo semanal porque sus muchachos no tienen qué comer. Es trágico, aunque nuestros políticos están comiendo completo y no perciban lo que ocurre frente a sus narices. El  hambre avanza en Venezuela. La causa del descontento no es solo la inseguridad, las colas, el desastre, no se trata solo de que desaparecido Chávez, el gran encantador, el PSUV se quedó sin líderes. Ni siquiera Chávez hubiera podido enfrentar ese fantasma del hambre.

 

 

En los barrios muchos creían ciegamente en un discurso que hablaba de la redención de los pobres, la condena del pasado, la esperanza del futuro, ilusión que por un tiempo sostuvieron los precios asombrosos del barril de petróleo. Hoy esa fe se desvaneció ante la realidad de los estómagos, solo que los líderes chavistas comen completo, como siempre

 

 

“En la cola de Mercal. Una muchacha saluda a su amiga: ‘Chama, no te vi ayer’. ‘Es que no salí en todo el día –responde la amiga–, es que tengo mucha hambre y para olvidarme, me echo a dormir, a dormir todo el día’. En Venezuela siempre hemos tenido pobreza, injusticia, incluso miseria, pero hambre pura y dura, como para echarse a dormir y así olvidarse de ella, sinceramente, no. Para una gran parte de nuestro pueblo no hay comida ni dinero para comprarla. Eso sí es nuevo. En un barrio este estado de cosas es muy grave. En el pasado eso le ocurría a una persona muy aislada, hombre soltero proveniente del interior, sin familia, que se encerraba en una habitación alquilada”. Esto lo cuenta Alejandro Moreno en su último artículo de opinión en El Nacional.

 

 

Algunos creían que el gobierno mantenía la comida represada para distribuirla pocos semanas antes de las elecciones, hablaban de numerosos barcos que llegarían a los puertos venezolanos, pero todo era fantasía, como lo muestra el fracaso de los megamercales. Ahora la gente acepta hacer colas infinitas para poder adquirir los últimos huevos baratos. Y, como sabemos, esas colas para comprar comida son un hormiguero de rabia, frustración y desesperación.

 

 

Contra esto es impotente Maduro al que la situación internacional también lo arrincona, hasta la cercana Colombia ensaya unas críticas discretas y el presidente electo de Argentina, Mauricio Macri, ha anunciado que en la cumbre del Mercosur que se celebrará en Paraguay el 21 de diciembre invocará la cláusula democrática de la unión aduanera para pedir la suspensión de Venezuela, al considerar que se encarcela a los opositores y se cometen otras violaciones. Resulta asombrosa para los latinoamericanos la catastrófica situación venezolana, el país más rico de la región, provisto de las reservas petroleras mayores del mundo, y que sin embargo no alimenta a su población. El discurso del socialismo del siglo XXI naufragó. Así termina la revolución, ridículamente, sin grandeza, presa de las necesidades básicas y sin la excusa siquiera de haber enfrentado, como los rusos, una guerra mundial, o haber impulsado una revolución continental, como los cubanos. Sería para reírse si no fuera tan lamentable.

 

 

Fausto Masó

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