logo azul

¿Será que el cambio habla inglés?

Categorías

Opiniones

¿Será que el cambio habla inglés?

Las inquietudes oficialistas van mucho más allá de la oposición formal a la que ha sometido y neutralizado, a pesar de la derrota electoral y el bajo nivel de aceptación gubernamental entre los ciudadanos.

 

 

 

Lo que sí les causa pánico tiene nombre y apellido: Donald Trump, quien ha demostrado intención de ampliar la presión. Washington continuará imponiendo sanciones a funcionarios, testaferros y entidades venezolanas, incluso a Pdvsa.

 

 

 

No pierde tiempo y conversa con los presidentes de Perú, Argentina, Colombia y Panamá, y hay que entenderlo como lo que es: política de Estado. El cambio va, aunque Maduro y su canciller se resistan e insulten a Pedro Pablo Kuczynski. La izquierda pierde influencia y crece la disposición de patrocinar firmeza sobre el trauma que sufre el venezolano.

 

 

 

El respeto a la autodeterminación es fundamental. Líderes del mundo, en particular suramericanos, se preocupan por las consecuencias de la previsible descomposición política y social en Venezuela. Mercosur se adelantó y la suspendió parcialmente en clara señal de la creciente antipatía hacia el gobierno de Nicolás Maduro. Washington presiona más y más para adoptar posiciones firmes.

 

 

 

El esfuerzo diplomático llevaría a favorecer votos en la OEA para determinar si las acciones de Venezuela violan las condiciones establecidas en la Carta Democrática Interamericana, como el sabotaje al referéndum revocatorio y a las elecciones regionales para evitarse una derrota. Es verdad que la oposición formal no ayuda por indecisa, incoherente, falta de tino político y sentido de la oportunidad.

 

 

 

La obediencia pecaminosa del Poder Judicial y los servicios de inteligencia que se niegan a liberar a presos políticos, aun con boleta de excarcelación y, por supuesto, porque mantiene sin juicios justos a López, Ceballos, Ledezma, Baduel y muchos otros, además del drama de los obligados al exilio por contrariar al régimen. El mundo está pendiente, créanlo.

 

 

 

La situación económica, de salud e inseguridad se encuentra en niveles de intolerancia popular y lleva a los venezolanos a huir, lo que ha generado la desgracia familiar de la separación. Nos hemos convertido en nación de emigrantes, cuando hasta hace menos de 20 años recibíamos ciudadanos del mundo con los brazos abiertos.

 

 

 

La OEA es, sin duda, el lugar idóneo y lógico para tratar de frenar al gobierno venezolano. La Carta Democrática Interamericana pide a los Estados miembros que actúen para preservar la democracia en los países signatarios y suspende a aquellos que desafían los términos del pacto. Aunque algunas naciones, por razones más que políticas, alcahuetas y celestinas, se niegan a tomar medidas, mientras abandonan y desatienden los gritos angustiosos de un pueblo sufrido, una nueva votación podría concluir que Venezuela ha infringido los derechos democráticos y justificaría mayores sanciones e impulsaría a más Estados a reconsiderar sus políticas, incluidos los del ALBA, reunidos hace poco en Caracas.

 

 

 

Los gobiernos de la región podrían ir tras los activos de los funcionarios y testaferros venezolanos bajo investigación o negarles santuario en caso de que un mayor malestar social los lleve al exilio.

 

 

 

Proceder con audacia y rapidez, Brasil y Colombia están programados para celebrar elecciones el próximo año 2018, las de Venezuela lucen improbables, cualquier subterfugio será invocado para no permitirlas. Si los colombianos eligen al candidato conservador, el nuevo gobierno tendría probabilidades de unirse al esfuerzo para condenar a Venezuela. Las perspectivas de Brasil son confusas, una mayoría podría elegir un gobierno bajo la tutela del Partido de los Trabajadores, de Lula da Silva, resultado que complicaría y haría poco probable atraer al país en una alianza contra Venezuela. Pero eso está por verse, la operación Lava Jato sigue activa.

 

 

 

Mientras la diplomacia, de por sí parsimoniosa, tardía y circunspecta, actúa, los americanos pueden encontrar más fácil y expedito continuar con las sanciones. Venezuela tiene aliados en la OEA; los que dependen del suministro de combustible no votarán en contra y si los cautelosos, siempre guabinosos, se abstuvieran, los amigos de Caracas podrían frustrar el plan. Ya lo hicieron una vez y tuvieron éxito, pero eran otros tiempos y distintas las circunstancias. ¡Un mundo que cambia cambiará al gobierno que no quiere cambiar!

 

 

 

Los oficialistas no son mochos ni tontos, subestimarlos sería torpe, estúpido e inexcusable. Las fuerzas de seguridad y el liderazgo civil del PSUV aumentarán su apoyo al presidente. Es cuestión de supervivencia, se han quedado sin opciones. El recelo a las crecientes presiones populares e internacionales hace que los jefes prominentes del gobierno no perturben su estatus y continuarán haciendo propuestas de diálogo a la oposición y animando algún grupo de la coalición a unirse en las negociaciones patrocinadas por el Vaticano. El esfuerzo está dando resultados y recompensas; lo están logrando, al menos, disimulados, ya tienen buenas razones.

 

 

 

Las conversaciones y negociaciones continúan para dar al gobierno apariencia de compromiso y ganar tiempo para encontrar la forma de estabilizar la economía colapsada, evitar incumplir con obligaciones de la deuda externa e impedir un conflicto social que sabremos cómo empieza pero no cómo termina.

 

 

 

Estados Unidos tiene la ventaja. Si Trump decide imponer sanciones a Pdvsa, no comprando e impidiendo que las empresas sujetas a su jurisdicción hagan negocios, sería la ruina del gobierno, que depende del petróleo en poco más de 80% de sus ingresos, ha tenido que recortar importaciones en los últimos años como resultado de la baja en los precios y la limitada capacidad de producción. Fuertes sanciones a Pdvsa intensificarían la crisis, pero más significativo, lo verdaderamente relevante: estimulará las divisiones dentro del oficialismo sobre si continuar por el camino del aislamiento, a la vez que enfrenta con represión los apremios domésticos.

 

 

 

¿Más presión internacional hará cambiar de rumbo al gobierno de Maduro? No se sabe y poco se podrá hacer. La oposición formal se opone por televisión y radio, solo con palabras, no cuenta ni pinta, ni huele ni hiede, en esta ecuación. Todo dependerá de la dinámica interna del Polo Patriótico y principalmente del PSUV.

 

 

 

Por esta razón, Diosdado Cabello –a quien muchos lo creen sin fuerza y abandonado– no suelta las riendas ni el control del partido. No se engolosinó con el Ministerio de la Defensa ni se dejó deslumbrar con la Vicepresidencia ejecutiva, donde sus funcionarios están inhabilitados; el primero por el grave deterioro que ha sufrido su autoridad y el segundo, porque al aparecer en la lista, muy pocos países lo reconocerán. Parece entonces que la decisión final estará en él.

 

 

 

Armando Martini Pietri 

 

 

Por Confirmado: Francys García

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.