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¿»San» Nicolás?

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¿»San» Nicolás?

Según el DRAE, un santo es alguien perfecto y libre de toda culpa, una persona de especial virtud y ejemplo. En el mundo cristiano, santo es aquel a quien la Iglesia designa y manda que se le dé culto universalmente. Un santo, para ser reconocido como tal, debe pasar por un proceso que por lo general dura décadas, a veces hasta siglos. Porque primero deben confirmarse las virtudes heroicas de la persona. Luego, al producirse el primer milagro comprobado por un equipo de teólogos, médicos y otros científicos, se procede a la beatificación. Cuando se comprueba el segundo milagro se da curso a la canonización. Hasta ahora no se ha proclamado a nadie santo en vida. Pero en Venezuela podríamos tener la excepción, porque aquí tenemos a Nicolás, que ya ha obrado milagros.

 

Si lo canonizan se llamaría «San Nicolás», como el que trae los regalos de Navidad a los burgueses en muchas partes del mundo. Y no es casualidad: nuestro Nicolás logró que siete millones y medio de venezolanos mayores de dieciocho años se convirtieran en burgueses, ¡la mitad de los votantes activos, las dos quintas partes del padrón electoral completo y la cuarta parte del país! ¡Milagro!

 

Nuestro Nicolás, siendo candidato de un partido, en la práctica ejerció como el jefe de campaña del candidato de otro partido, pues le aportó casi un millón de votos en diez días de campaña electoral. ¡Milagro!

 

¿Hay dudas de que nos encontramos ante un nuevo santo?… Pues sí, surgen dudas. Es que el tema de la santidad no es tan sencillo como parece. ¿Y si hubiera sucedido, por ejemplo, que en vez de que nuestro Nicolás haya hecho milagros, más bien le pasó que su santo -que no sé quién es porque va de Cristo a Sai Baba y de Sai Baba a Cristo (en medio de los espíritus de la sabana)- «se le haya puesto de espaldas», en otras palabras, que le cayó la mabita?

 

También podría tratarse de que fuera «un santo de pajares» una persona cuya santidad no es de fiar. O que alguien de su lado esté tratando «de alzarse con el santo y la limosna» y dejarlo «para vestir santos». Eso pasa porque nuestro Nicolás ha resultado un experto en «desnudar a un santo para vestir a otro»…

 

Y es que la suya no es «santa palabra»: cada día es menos «santo de la devoción» de la «mitad mayoritaria» y de muchos de la «mitad minoritaria» que votaron por él.

 

@cjaimesb

 

 

Fuente: EU

Por Carolina Jaimes Branger

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