El libro es real, hay reediciones modernas en el exterior. El diálogo entre cubanos es literario. Está en La neblina del ayer, la novela de Leonardo Padura que compré en Chile. Aquí no se consigue. No es censura, son las divisas. Los estantes de nuestras librerías están muy escasos de novedades.
Los libros no son de primera necesidad para quienes administran las divisas y, como es característico, las editoriales públicas que publican mucho lo hacen con el sesgo doble de la ideología y la propaganda. Para formar conciencia, quiere decir para alinear y alienar, lo mismo que despertar significa adormecer, en un diccionario que mejor es que vayamos conociendo.
El libro es “subversivo” porque trae “recetas imposibles”, dado que los ingredientes están ausentes de los mercados, salvo en algunos casos el mercado negro, y de seguro fuera de la dieta estricta y monótona de la libreta de racionamiento. También porque refleja un modo de vida social ya inexistente.
Puede decirse que antes había muchos cubanos que no comían esas cosas, aunque aparecen platos campesinos o mambises, pero ahora la exclusión se ha socializado, con excepciones en la nomenklatura (enchufados en ruso soviético) y la corrupción. Y cuidado, una vez me contó Carlos Franqui, el revolucionario cubano disidente, quien padecía de problemas gástricos, que Fidel en persona lo distinguía enviándole yogurt.
Es un signo inequívoco de los tiempos revolucionarios el que ya no sea exagerado aspirar a nuestro propio libro de recetas imposibles. Venezolano. Auténticamente endógeno. Y no tiene que ser un volumen casi incunable de La Perfecta Ama de Casa, Tía María o Las Morochas, típicos de los cincuentas y sesentas.
Más cerca, pueden ser los de Scannone, incluso el libro rojo. El criollísimo quesillo entra en la categoría de imposible por la leche condensada. Hallacas y arepas apuntan a la zona de peligro por la escasez de harina de maíz. Si la receta lleva pollo, leche o aceite de maíz, mejor buscar sustitutos. El arroz con leche está en riesgo de extinción por parte del arroz, de la leche y del azúcar.
No hemos llegado, pero vamos acercándonos. A esa tarea de titanes, el gobierno revolucionario la llama construcción del socialismo.
Por Ramón Guillermo Aveledo
