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¿Por qué será?

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¿Por qué será?

A mi admirado Ricardo Antequera Parilli, amigo desde que tocaba la lira en la Banda del colegio, in memoriam. Este es un gobierno difìcil de entender, conversaba hace unos días con un diplomático extranjero que a mi comentario respondió con una pregunta ¿un gobierno, està seguro? Como implicando que parece que hay varios. Porque no creo que lo que haya querido decirme es que piensa que no hay ninguno, porque eso sería como demasiado. Màs de uno, y aquí no hablo de extranjeros sino de venezolanos, tiene la sensación de que en el gobierno no hay con quien hablar porque una cosa es encontrar quien te escuche que no es fácil, pero se puede con suerte, pero mucho màs cuesta arriba es encontrar quien pueda tomar una decisión y resolver.

 

Dìgame usted, por ejemplo, ¿còmo pueden interpretarse estas señales? El viernes aparece el canciller Jaua encantado de la vida con el Ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España Garcìa Margallo en la Villa y Corte de Madrid, “relanzando las relaciones entre ambos países”. Relaciones de cooperación y mutuo respeto, dijo Jaua “entre dos países hermanos” con almuerzo y brindis en el palacio de los Marqueses de Viana, residencia del canciller español desde 1939, adquirido de sus dueños en 1955 durante la gestión de Martìn Artajo, el ministro de Franco en la postguerra mundial y restaurado en los sesentas con el esplendor y lujo que puede vérsele hoy, bajo Castiella. Fue allì, en el Palacio de Viana y no en la sede del ministerio en la Plaza de Santa Cruz, ni en las frìas y remotas Torres Agora. En su casa. Y el sábado, en Trujillo aparece Maduro –a quien se presume jefe del canciller Jaua- celebrando el Bicentenario del Decreto de Guerra a Muerte y leyendo èl mismo, en su –dìgamos- personalísima manera de leer “Españoles y canarios, contad con la muerte, aùn siendo indiferentes…” Todo, incluìdo el párrafo de los “inìcuos españoles”.

 

Largo acto transmitido en cadena. Y manda a la Ministra de Educaciòn que lo haga leer en todas las escuelas. Y uno se pregunta si no era mejor, y màs significativo, conmemorar el Bicentenario de la Campaña Admirable de Bolìvar. Eso sin contar, desde luego, que el discurso y la celebración se hicieron en clave divisionista. No para unirnos a los venezolanos recordándonos que somos un solo pueblo y tratándonos como tal, sino trasladando al presente el espíritu de la guerra en nombre y a unos pasos, de la magnìfica estatua de Nuestra Señora de la Paz. ¿Ironìa? ¿Contradicciones? Vaya usted a saber.

 

Acaban de designar a Argenis Chàvez, Director Ejecutivo de la Magistratura. Sus mèritos para el cargo derivan de la consanguinidad, claro, no de la condición de ingeniero que no contradice la función asumida, pues es administrativa, gerencial. Pero hace escasas semanas este mismo gobierno lo había sacado de la presidencia de Corpoelec. Lo que corre no son elogios a su competencia o a su honestidad funcionarial. Este cronista no se alimenta de chismes, asì que en lo segundo no incursiona. En cuanto a lo primero, es obvio que el sistema eléctrico nacional està hecho un desastre y que la gestión del ingeniero Chàvez no lo mejorò precisamente. A juzgar por lo que ha dicho el nuevo Ministro de la Electricidad Chacòn, encontró las cosas muy mal.

 

Por cierto, no por causa del “saboteo” o la “guerra eléctrica” que decían antes de la elección, culpando a la oposición y al imperio de las fallas y apagones. La oposición sigue siendo mala maligna en el libreto oficialista, pero el imperio ya no tanto, luego de las fotos del canciller, feliz como una lombriz, con el Secretario de Estado en Guatemala. Ahora, uno se pregunta, si no es por su eficacia gerencial, ¿serà que el ingeniero Chàvez està tan necesitado que había que darle un puesto? No es lo que se dice, pero puede ser. Porque para reforzar la autonomía del Poder Judicial si que no es.

 

Llèvelo a lo que sea, piense en cualquier cosa. Traer realismo a la economía y poner en Indepabis al inventor de las areperas socialistas y estatizador del café. Decir que la solución es producir e importar apurada y masivamente. Proclamar la defensa de la soberanía e hipotecarnos al extranjero. ¿Quièn los entiende?

 

Por Ramón Guillermo Aveledo

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