Una estrategia tipo china, de radicalización política y moderación económica…
El ambiente político esta pa’cogé palco. Pero no porque estemos al borde de una crisis política o en vísperas de un cambio en el modelo de gobierno en el corto plazo. Dejo claro que nadie está libre de riesgos, pero a diferencia de lo que piensan algunos de mis colegas, en mi opinión Maduro, aunque enfrentará muchos problemas en los próximos años, será él quien los enfrente.
No estando cerca de un escenario electoral y sin que haya ninguna posibilidad de que las decisiones institucionales favorezcan a la oposición en su impugnación a las elecciones (independientemente de quién tenga la razón), cualquier cambio de gobierno se referiría a un golpe de Estado, algo que rechazo intrínsecamente, pero que además nunca estaría dominado por el lado moderno del país sino por uno mucho más oscuro, que sea capaz de controlar la fuerza.
Maduro comenzó el gobierno ganando por un margen más estrecho que el esperado. Su triunfo no pudo ser capitalizado al arranque, pues las denuncias sobre fraude opacaron su fiesta. En la medida en que el tiempo pasa, el debate ha migrado a elementos mucho más concretos de la vida cotidiana. La crisis económica, como se esperaba, explotó en la cara del gobierno en forma de desabastecimiento e inflación.
Los mismos actores que hace meses decían que las alertas sobre escasez eran denuncias falsas del imperialismo para «desestabilizar» al gobierno, resulta que ahora buscan explicaciones rebuscadas para tapar el sol con un dedo y explicarle al propio Maduro cómo es que permitieron que el mercado se desestabilizara y desabasteciera justo en plena campaña electoral (una de las razones fundamentales del deterioro chavista) y ahora cuando más requieren reconstruir una relación con las masas, que ha venido deteriorándose exponencialmente precisamente por su política primitiva de control y hostilidad frente a los privados.
Los anuncios de importaciones desesperadas, provenientes de países amigos (como si por aquí hubiera pasado un tifón o un terremoto) y la insólita promesa pública de que importarán directamente 50 millones de rollos de papel toilette para abastecer el mercado, nos hablan de la magnitud de la crisis que crearon.
Uno se pregunta si quienes han colocado esta información sobre el papel higiénico no se dan cuenta que lo único que hacen es amplificar el nerviosismo y la escasez, agravando aún más el problema.
Cómo no darse cuenta que concentrar la gran lucha revolucionaria (y sus epopeyas de dimensión mundial) en que la gente pueda limpiarse el trasero con algo más que una tusa, suena casi tan absurdo como imaginarse a la mismísima Angela Merckel, según la revista Forbes la mujer más poderosa del mundo, informándole a su población que el gobierno va a importar 100 millones de Modess para contener la menstruación alemana.
Pero Maduro también ha tenido jugadas inteligentes que le ayudan en este berenjenal.
El nombramiento de Merentes, los anuncios de oxigenación cambiaria (que sólo se ha concretado por ahora en Cadivi), las reuniones productivas con los empresarios (incluso considerando los discursos altisonantes y agresivos con los que disfraza el objetivo real de buscar soluciones a los problemas que el gobierno ha causado) le han ayudado a rescatar algunas esperanzas de solución en los propios empresarios y ha dibujar una estrategia tipo china, de radicalización política y moderación económica que veremos en desarrollo en los próximos meses.
Pero cuando eso está pasando, se les viene encima la grabación de Mario Silva, que ni siquiera quiero comentar por lo sórdido del tema, pero donde lo único que queda claro, entre la realidad y la creatividad, es que a Silva le han dado una tasa de su propio chocolate.
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