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¿Navidades felices?

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¿Navidades felices?

Como en todo cuento, la ficción siempre supera a la realidad, aunque hay algunos que a veces pasan la raya de lo absurdo y aterrizan en lo ridículo. Ese es el caso de la fábula repetida desde el poder en medio de un coro de aplaudidores que hasta se ríen buscando que la mentira sea más creíble, hablamos de las “Navidades felices”, un nombre que inmediatamente nos trae a la mente el bloque de programas infantiles de Venevisión, como si la realidad venezolana fuera comiquita.

 

El gobierno en su conjunto representa una verdadera exaltación al cinismo. A veces uno se pregunta si se trata de un proceso natural en ellos o es que se burlan de nosotros, mejor no respondan. Al menos que la felicidad tenga un sentido orwelliano, no le veo otra explicación a ponerle semejante apellido a unas fechas donde el panorama no está para carcajadas. Orwell fue un escritor británico que en su famoso clásico 1984 reflejó el uso de la “neolengua” por un sistema totalitario, con la finalidad de renombrar todo con fines propagandísticos: la mentira es la verdad, la guerra es la paz y hoy la desgracia de un pueblo es felicidad de unos pocos.

 

Por más que busco no veo la felicidad en interminables colas para comprar un par de zapatos, en la caza de materiales para las hallacas, en los altos precios de la ropa, donde nada más comprando los llamados “estrenos” del 24 se irían todos los aguinaldos. No encuentro la felicidad en un dólar paralelo con un alza histórica y en un precio del petróleo con tendencia a la baja. Ni con cosquillas uno puede reírse.

 

Solo que nos avisen si es obligatorio, no sería descabellado. En la China de Mao Tse Tung quien dejaba de aplaudir primero en actos públicos era ejecutado, lo propio pasó en Corea del Norte con quien no lloraba lo suficiente tras la muerte del líder comunista Kim Jong Il. Habrá que esperar el decreto de “felicidad obligatoria”, seguramente el viceministerio encargado del área estará trabajando al respecto. Mientras tanto podemos quejarnos de lo miserable que ha hecho la vida de los venezolanos el socialismo.

 

Pero en honor al equilibrio, tengo que reconocer que aunque como cuenta cuentos son muy malos, como titiriteros son excelentes, es que se mueven y uno creen lo hacen por voluntad propia. Mientras los hilos del poder son otros quienes los dirigen. Lo mejor para ellos es que sigan siendo títeres y se dejen de cuentos. Por aquí yo seguiré buscando la felicidad, avísenme si la ven en una cola.

 

Brian Fincheltub

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