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La injusticia del poder

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La injusticia del poder

Las recientes medidas terroristas del Gobierno ponen en evidencia que es muy cierto que los gobernantes, cuando están más débiles, son más peligrosos. Se tornan agresivos y apelan a la fuerza para preservar el poder. Por eso, el principio de la separación de poderes cuenta muchísimo para evitar acciones desproporcionadas de quienes deberían ser los primeros en preservar el orden jurídico y, por ende, garantizar los derechos de los ciudadanos.

 

Pues bien, en Venezuela el origen de los males que sobrellevamos está precisamente ahí. Un Poder Judicial postrado a los pies de gobernantes que lo utilizan para arrinconar a quienes disienten de los procedimientos del Gobierno. Cualquier manifestación de protesta es tachada de contrarrevolucionaria y merece la más fuerte de las condenas por parte de los administradores de ese poder ilimitado.

 

Para llevar a cabo sus desafueros, cuentan con fiscales, jueces y policías dispuestos a ejecutar las órdenes. Además, disponen de una batería mediática para desarrollar la narrativa que permita construir y vender la escena; lo hacen con todo el desparpajo del mundo. Un cinismo y frialdad espeluznantes.

 

El montaje realizado en Porlamar para acusar a un grupo de jóvenes como “agresores” de los peloteros cubanos que vinieron a Venezuela a participar en la Serie del Caribe, es una muestra de lo que son capaces de hacer. La manera como detienen a los imputados y donde terminan recluyéndolos, como si se tratara del reencarnado Pablo Escobar.

 

No toman en cuenta la versión que han dado las supuestas víctimas, quienes declararon que jamás fueron agredidos, que es la versión puesta a circular, con todo el dramatismo de rigor, por los voceros oficialistas. Igual mala suerte corren los estudiantes apresados en los estados Mérida y Táchira, desplazados a la ciudad de Coro como “peligrosos reos”.

 

No debe caber la menor duda de que lo que pretende el Gobierno es paralizar de miedo, mediante esas acciones abusivas que rayan en la barbaridad, a los ciudadanos ya cansados de aguantar tanta incapacidad, corrupción e indolencia. Los estudiantes lo que hacen es quejarse viendo cómo se arruina un país cuyo futuro están obligados a defender.

 

Me pregunto: ¿cómo va a hacer este gobierno con los ciudadanos que no se seguirán calando, resignadamente, estoicamente, las maratónicas colas de tres y cuatro horas a las puertas de un supermercado o de un abasto, para poder adquirir “lo que haya” en los anaqueles cada día más pelados?

 

Por Antonio Ledezma 

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