La dirigencia en el chavismo está viviendo su peor momento en 15 años. En la cúpula que gobierna no existe ningún líder capaz de generar esperanzas en la población e incluso en sus propias bases. El desaliento y la incertidumbre han llegado incluso a los sectores de la clase media chavista, que por razones ideológicas o por formar parte de la estructura burocrática, siguen estando alineados en el PSUV o los partidos de la alianza.
Las encuestadoras más prestigiosas ubican a Nicolás Maduro por debajo de 20 puntos de aceptación y no hay ningún dirigente del PSUV que supere esa cifra.
Por eso el Gobierno ha arreciado la persecución contra los sectores opositores en los que se cuentan los cientos de presos políticos, que incluyen dirigentes nacionales y alcaldes; la destitución de parlamentarios y alcaldes; y la ceración de expedientes penales a dirigentes para vincularos a supuestos atentados o conspiraciones.
Tímidamente algunas voces del chavismo, como las de Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio, el exministro Rodríguez Torres y la gente de Marea Socialista, han salido a cuestionar la corrupción que llega a la cúpula del partido y la paralización económica que ha impuesto Nicolás Maduro. Hay otros dirigentes, como Freddy Bernal, que si bien no han hecho cuestionamientos públicos, sus observaciones a lo interno les ha costado que sean separados de posiciones importantes. Ese número de dirigentes execrados va en aumento.
Son sectores ideológicamente marxistas que no romperán con sus principios ideológicos y mucho menos saltarán a la arena democrática, pero que entienden que el grupo que por ahora manejan el partido oficialista, está llevando al país a la quiebra.
Las próximas elecciones parlamentarias resultan una piedra en el camino para quienes han consolidado su poder en el Gobierno y quieren mantenerlo, hasta el punto que hoy los analistas se preguntan si habrá o no habrá elecciones.
Da la impresión que el sector que controla el partido, con sus acciones arbitrarias contra opositores, tratan de generar una situación de conflicto que desborde a la ciudadanía y genere condiciones para un «estado de sitio». Sin embargo para ello sería indispensable un apoyo incondicional de FANB. Por otro lado no parece factible que la clase media esté dispuesta a revivir las experiencias ocurridas en 2002 y 2003.
Cabe destacar que si bien, las barriadas y los sectores populares, son los más afectados por la crisis económica, estos sectores aún no se movilizan para protestar en contra del Gobierno. La protesta por reivindicaciones democráticas y derechos humanos sigue siendo una reivindicación sentida solo por la clase media. Y es poco probable que este sector se lance solo a un enfrentamiento con las fuerzas del Gobierno y sus grupos armados.
De producirse las elecciones parlamentarias la mayoría opositora asistirá a votar a pesar de las campañas de desaliento que siempre se gestan desde sectores radicales y desde el propio Gobierno. Ello también dependerá de lo asertivo que sean las acciones y los acuerdos en la Unidad.
La dirigencia opositora aún no ha logrado construir un programa mínimo que llegue con suficiente fuerza a los sectores populares. Las acciones individuales y consignas particulares, siguen siendo la agenda de cada partido. Ello podría hacer perder este momento histórico que no necesariamente se va a repetir en el futuro.
De allí pues que el mejor escenario, incluso para el Gobierno que ahora sufre la presión internacional, es abrir el juego de las parlamentarias, crear condiciones mínimas, y aceptar los resultados.
@folivares10
