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El vacío

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El vacío

Esta semana gotearon los anuncios económicos. Los venezolanos están esperando que el gobierno se dirija al país y enfrente las consecuencias de las decisiones que han tomado. Pero el régimen ha preferido administrar el ajuste económico como lo hicieron con la muerte de Chávez, por goteo, mintiendo “de a poquito”, tratando de ganar tiempo, intentando que la gente se vaya adaptando a las nuevas circunstancias, evitando los costos políticos, “inventándose una”, apostando al mareo nacional, y como siempre, forzando y abusando de la “neolengua” para hacer pasar una devaluación por cualquier otra cosa, como si los venezolanos no supiéramos sumar, restar, multiplicar y dividir.

 

El gobierno parece vivir al día. Está acosado por sus propias opciones y compromisos. Por un lado tiene como referencia el rimbombante “Plan de la Patria”, inaprehensible y mal organizado en términos de prioridades, medios, fines y costos. Por el otro lado quieren mantenerse dentro de una dinámica perversa que los obliga a hacer malabares imposibles con la escasez crónica de divisas, la recalcitrancia con la que quieren mantener los compromisos económicos y políticos con el eje Cuba-Alba-PetroCaribe, y la necesidad que tienen de atender los problemas que se van acumulando en el país. Aquí, en términos de errores, todo suma, y la sinergia es perversa, porque retroalimenta el error.

 

El gobierno no dice la verdad, o al menos le cuesta vivir dentro de la realidad para asumir con responsabilidad sus secuelas. Por ejemplo, merecemos una muy buena explicación sobre lo que está ocurriendo en PDVSA que al 31/12/2013 reconoce una deuda financiera consolidada de US$ 43.384 millones, equivalente a 2.11 veces las reservas internacionales del país. Sobre todo porque alguien debe decirnos por qué la empresa está siete veces más endeudada que hace quince años. Y también porque ese endeudamiento no se uso para fortalecer la capacidad productiva de esa empresa.

 

Para colmo la misma empresa reconoce que eso es solo una porción de todos sus pasivos porque allí se está “considerando únicamente el endeudamiento con instituciones financieras, emisiones de deuda y los arrendamientos financieros; por consiguiente, se excluyen otros pasivos y obligaciones como: cuentas por pagar a proveedores, impuesto sobre la renta por pagar, beneficios a empleados y otros beneficios post-retiro, acumulaciones y otros pasivos, intereses por pagar y provisiones; así como también, los saldos relacionados con las actividades del Fondo Simón Bolívar para la Reconstrucción y ciertos documentos de pagos con entidades y organismos gubernamentales de la República Bolivariana de Venezuela, el Banco Central de Venezuela (BCV) y con organismos e instituciones no financieras.”

 

La alusión a la situación de la empresa petrolera no es en vano. El Estado Socialista acumula pérdidas e improductividad en la banca (sucede que esos bancos son los principales prestamistas de PDVSA), las empresas de telecomunicaciones, las del eje de Guayana, las cementeras, las centrales azucareras, el sistema de distribución de alimentos Mercal-Bicentenario, y un sinnúmero de empresas confiscadas de las cuales suponemos el mismo mal desempeño. Y no es en vano porque todo agrega en una situación que está siendo incontrolable muy a pesar de la “cara de poker” de Rafael Ramírez.

 

Preocupa porque Ramírez planteó una disyuntiva atroz entre darles los dólares a los viajeros o traer alimentos. Preocupa porque lo que está diciendo es que no hay suficientes divisas para atender todas las necesidades del país. Está dejando colar que la situación es tan crítica que hay que dejar de dar a unos para asegurarles a otros. El ministro, empero, calla sobre las razones de por qué ahora y no antes, y si algo o mucho tiene que ver lo que ellos han hecho hasta ahora. Porque precisamente allí está el detalle, en la inviabilidad del proceso, en la inconsistencia consecuencial de los anuncios, en la falta de credibilidad y de auctóritas de los que están a cargo, y en la insensatez de toda la trama. Preocupa porque la recién estrenada ley orgánica de precios justos no solamente ratifica la versión devastadora de la “guerra económica” sino que por si acaso alguien tiene alguna duda, propone cárcel para aquellos empresarios que osen violarla.

 

Pero hay más, porque el que amenaza con revisar la deuda acumulada con la empresa privada es el mismo Ramírez al que no le ha temblado el pulso para expropiar a los proveedores de PDVSA cuando estos acumulan facturas sin poder cobrarlas. Es el mismo Ramírez que en lugar de negociar un plan de pagos administra con mucha eficacia el sablazo confiscatorio. Esto es una pésima noticia porque coloca el juego en el plano de las vías de hecho, del uso de la fuerza, de la condición malandra del que no cumple lo pactado porque tiene armas y ganas de salirse con la suya. Y eso también lo dejó colar aquel que tiene los principios y precedentes como para pensar lo peor.

 

Los periodistas no dejaron de pedirle precisiones al responsable de la economía. ¿Es esto una devaluación? La respuesta no dejó espacio para las dudas: «No voy a caer en el debate de si aquí hubo una devaluación o no. No vamos a ceder al chantaje del enemigo de nuestra patria.”. Para Ramírez el enemigo de la patria es la verdad. El daño fundamental que quiere infligirnos es la confusión. Entre Ramírez y la verdad hay un inmenso vacío de imprecisiones.

 

Por Víctor Maldonado

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