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El Sicad II

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El Sicad II

Con bombos y platillos anunció el gobierno el nuevo sistema cambiario. Fue planteado por Rafael Ramírez y Nelson Merentes como un mercado libre y sin restricciones para el dólar, lo que significa que quienes desean comprar esa moneda lo pueden hacer sin limitaciones. De esta manera, el bolívar fluctuaría diariamente al compás de los dólares que unos estén dispuestos a vender y los que otros estén dispuestos a comprar. El Sistema Cambiario Alternativo de de Divisas (Sicad II) es un mecanismo que forma parte del complejo e ineficiente sistema de control de cambios que impera en Venezuela desde febrero de 2003 y que ha sido caldo de cultivo para una corrupción incuantificable.

 

Dos son los objetivos implícitos de Sicad II. El primero, bajar el dólar paralelo y segundo, y relacionado con el primero, contribuir a disminuir la inflación. Ello en el entendido que ese mercado paralelo, aunque pequeño, influye sobre los precios de los bienes. Al anunciarse el Sicad II ese dólar paralelo o negro disminuyó de precio y se cotizó en el entorno de los Bs/US$ 58,0 el martes 25 de marzo. El gobierno, que se negaba a reconocer ese tipo de cambio, se aprestó a celebrar en grande el hecho. Pero le duró muy poco esa alegría. El viernes 28 el dólar paralelo saltó hasta Bs/US$ 70,0.

 

¿Qué ha pasado con el funcionamiento del Sicad II? Que las autoridades monetarias no cumplieron lo que prometieron. El sistema no uno donde se adquieren divisas de manera libre, al existir importantes restricciones para la compra de dólares. En realidad el Sicad II funciona como una subasta donde quienes deseen comprar dólares colocan una orden con la cantidad que desean adquirir y el precio de compra. Ello claramente no es un mercado libre. Funciona más bien como una subasta. Además, es el BCV quien asigna los dólares a los que optan por comprar. ¿Con cuál criterio asigna el BCV los dólares? Eso no lo sabe nadie. Solamente Nelson Merentes y quienes manejan la distribución de las divisas conocen el método de asignación.

 

Obviamente ello es algo irregular porque cuando prevalece la discreción se tiende a favorecer a unos y a perjudicar a otros. Hasta ahora, el Sicad II ha sido un mecanismo discriminatorio para entregar dólares. Se sabe de empresas y personas que han realizados cotizaciones colocando un precio de Bs/US$ 52,0 por dólar y no le han asignado aunque la tasa de cambio resultante se sitúa entorno a ese valor.

 

¿Qué requisitos debe cumplir una empresa o persona para que el Sicad II le asigne dólares? Según lo dicho por Ramírez y Merentes, ninguno, salvo tener los bolívares para adquirirlos, mediante una operación lícita. Pero en los hechos no es así. De seguir como arrancó, el Sicad II va a correr la misma surte que el SITME, que minado por la corrupción, tal como denunció el ministro Jorge Gioradani, tuvo que ser eliminado en febrero de 2013. El BCV, con su política de opacidad que ya le es propia no suministra información sobre la demanda y la oferta de dólares en esa subasta que es el Sicad II.

 

El objetivo tácito del Sicad II es mejorar la situación financiera de PDVSA y demás empresas petroleras que a la tasa oficial de cambio de Bs/US$ 6,30 son inviables. Este es el caso típico de la devaluación en Venezuela donde se enriquece el gobierno y se empobrece la gente. Es probable que el funcionamiento del Sicad II exacerbe las contradicciones en el seno del gobierno en la medida en que hay sectores que ya han manifestado que la tasa en el entorno de Bs/US$ 50,0 le parece demasiado elevada. De allí, que el funcionamiento del Sicad II se vea afectado por el miedo a flotar.

 

Esto es, que las autoridades no admitan que el precio del dólar refleje su verdadero valor, de acuerdo con lo que el comprador esté dispuesto a pagar. En este caso, casi con seguridad se verá tipos de cambios semi fijos, lo que implicará la existencia de un mecanismo de racionamiento, con lo cual el dólar paralelo podría subir de nuevo. Ya veremos quien puede más, el alebrestado Ramírez o el silencioso y calculador Giordani. Todo esto más allá de una política fiscal y monetaria inconsistente con cualquier régimen cambiario, especialmente con uno que tercamente se empeña en fijar la tasa de cambio.

 

Por José Guerra

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