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El sentido de la paz

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El sentido de la paz

Pasado mañana, 8 de mayo, se cumplen 70 años de la rendición del régimen nacionalsocialista de Berlín, la cual desencadenó el fin de la Segunda Guerra Mundial

 
Pasado mañana, 8 de mayo, se cumplen 70 años de la rendición del régimen nacionalsocialista de Berlín, la cual desencadenó el fin de la Segunda Guerra Mundial. La paz que se alcanzaría más adelante ese mismo año con la rendición del militarismo del Imperio nipón fue una noticia promisora para la humanidad y generó una ola de optimismo, en unos aspectos validada en el tiempo y en otros no. Porque así somos los humanos: imperfectos. Capaces de superarnos y de rectificar, pero también susceptibles de recaer en los mismos errores o de cometer nuevos.

 

 

Vencer a las potencias del Eje, el nazismo y el fascismo en Europa y el militarismo en el Pacífico requirió una alianza que apenas poco antes habría sido inimaginable entre las democracias occidentales de Estados Unidos y Gran Bretaña y la feroz dictadura estalinista en la Unión Soviética. Churchill, conocido por su anticomunismo, respondió a una pregunta parlamentaria con una característica salida suya: “Si Hitler invadiera el infierno, yo haría al menos una referencia favorable al diablo en la Cámara de los Comunes”. La verdad es que Stalin y Hitler, a través de sus cancilleres Molotov y Ribbentrop, habían firmado un pacto de alacranes, pero el nazi lo incumplió con una alevosa invasión a la Urss que costó millones de vidas humanas.

 

 

Nacionalsocialismo y fascismo compartían estatolatría y vocación totalitaria, colectivismo y desprecio por los valores de la democracia. Aun cuando en número de víctimas rivalizan con los nazis el comunismo soviético y el chino bajo Mao, nada se compara en fría crueldad a la Solución Final, sistemática y masiva matanza de judíos hacia su exterminio. Un horror que es de las mayores vergüenzas de la humanidad.

 

 

La fundación de Naciones Unidas es uno de los frutos de la paz de 1945. Nobles principios, elevados propósitos, exigentes deberes convenidos. Aun cuando persiste una brecha ancha, que a veces incluso pareciera abrirse más, entre esos ideales y los duros datos de la realidad. Sus declaraciones pueden caer en oídos sordos y sus resoluciones no siempre son atendidas. Así es el derecho internacional público, un compromiso de buena conducta entre los estados, y de ellos depende. En Venezuela tenemos la experiencia de varios casos de indiferencia del poder que, paradójicamente, presume de librar una lucha constante contra el fascismo, un adjetivo que usa con calumniosa impropiedad como sinónimo de oposición.

 

Ramón Guillermo Aveledo

@aveledounidad

 

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