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El Revocatorio va y la dictadura se va

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El Revocatorio va y la dictadura se va

 

 

Hubo un tiempo –no muy lejano-  cuando la dictadura de Chávez y Maduro se vendió y fue comprada por los “progres” de todo el mundo como una “auténtica democracia”, porque, presuntamente, no  pasaba un año sin convocar a elecciones nacionales, regionales y locales para que el pueblo eligiera a sus autoridades legítimas.

 

 
Y no dudamos que fue un buen invento, uno que limpiaba a los neodictadores del “Socialismo del Siglo XXI” del pecado de los viejos, de los stalinistas y castristas, de nombrar “a dedo” a todas las autoridades, desde las máximas a las mínimas, de manera absoluta e incontrovertible, y sin que importaran opiniones sobre sus capacidades, cultura y honestidad.

 

 
Solo se exigía un requisito: ser leal, devoto y adorador del Caudillo, Redentor o Comandante en Jefe, tal cual lo exigían a sus súbditos los monarcas absolutos de la Europa de los siglos XVI, XVII y XVIII y cuyo incumplimiento, duda o traición podían pagarse en ergástulas atroces o el patíbulo.

 

 

 

“Pero lo de Chávez y Venezuela es distinto” podía oírse en universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa, donde se asomaba que Chávez estaba haciendo realidad la utopía o mito de la “democracia directa”, “participativa” y “protagónica”,  y en la cual el pueblo, no solo tomaba las riendas del Estado, sino que cambiaba a sus autoridades y funcionarios cuantas veces lo juzgara necesario.

 

 
Y ni hablar de los medios de comunicación de masas que, para la fecha en que Chávez tomó en poder en Venezuela (1999), se convirtieron, -con muy pocas excepciones-, en seguidores, felicitadores y reforzadores de un fenómeno pocas veces visto en la historia, y por el cual, un modelo abominado, destruido y enterrado diez años antes por miles de millones de personas, el socialismo, renacía, como el Ave Fénix, de sus  cenizas.

 

 

Aclaremos que para esos días, Chávez no se presentaba como “hijo de Marx” sino de Bolívar, pero haciendo tales adulteraciones del liberal, civilista y demócrata que lideró la independencia de cinco Repúblicas de la América del Sur, que no había porque llamarse a engaño si quería llegarse al fondo de sus pretensiones.

 

 

 

Pero el “fenómeno Chávez” no fue solo cuestión de medios y universidades, sino que,  el “Profeta Armado” venezolano (era teniente coronel, y había participado en una intentona golpista fracasada el 4 de febrero del 92), al igual que Hitler, Mussolini y Fidel Castro, sabía hablar, “podía hablar”, y así, aprovechando el auge de la comunicación electrónica que venía desde los 80, asaltó la televisión y la radio nacionales y mediante cadenas que podía durar hasta 8 horas diarias, fue apabullando “legalmente” las voces disidentes y opositoras.

 

 
Fue el inicio de la liquidación de la independencia de los poderes que venía de la “vieja democracia”, de la que Chávez llamaba “puntofijista”, que se había construido durante 40 años, y fue mutilada pedazo a pedazo, poder tras poder, hasta quedar convertida en una ruina que solo esperaba que el pueblo despertara y viniera a rescatarla y reconstruirla.

 

 

Pero siguieron otros acosos, y quizá el más fulminante y demoledor fue el advenimiento de un nuevo ciclo alcista en el precios del petróleo (el más largo y rentable de la historia), que elevó los precios de 20 a 128 b/d y en cuatro años (2004-2008) le reportó al país ingresos de DOS BILLONES  y MEDIO DE  DOLARES.

 

 

Anotemos que, más de la mitad de esta gigantesca suma, fue direccionada para destruir lo que quedaba de la democracia venezolana y que, un plan diabólico, del peor Napoleón III, o del más ruin Idi Amín Dadá, fue implementado para que los neodictadores, no solo cumplieran su nefasto propósito, sino con el apoyo del pueblo, de las masas.

 

 

Al efecto, se estructuró un perverso sistema electoral, el que preside el CNE, automatizado y electrónico, basado en la interferencia del voto y la identificación de los votantes que, al perder la ventaja del secreto, pasaron  a ser  amenazados con la pérdida de empleos y la cárcel sino sufragaba por los candidatos del Estado Protector y su Caudillo

 

 

 

 

De esos tiempos vienen también las llamadas “Misiones”, estructuradas con consejería y asesoría de los dictadores Castro de Cuba, las cuales, bajo el pretexto de llevar ayuda a las masas, devinieron en un sistema de compra de votos que, intentó prostituir y corromper la dignidad de los más pobres, como pocas veces se había visto en la historia

 

 

 

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“Véndeme tu voto” (tu libertad de elegir) -pudo haber sido el lema de la Misiones- “y te pagaré con una ficción de bienestar que durará cuanto  duren  los precios del petróleo”

 

 

 

Y esa pudo ser la única promesa que realmente cumplió el chavismo, pues, habiéndose afectado gravemente el aparato productivo nacional con la compra compulsiva del empresas privadas que no se pagaban o se hacían a precios irrisorios, cuando se cayeron los precios del crudo, el sistema o modelo se quedó sin artículos que regalar, ni dólares para importarlos.

 

 
Pero antes del colapso, habían pasado 9 años, en los cuales, continuaron los carnavales electorales, las campañas con todo tipo de abusos y acosos contra la oposición, pero que, como le escuché recientemente a Henrique Capriles, en una conversación: “Ni siquiera en su época de mayor auge, que pudo ser el 2010, Chávez y el chavismo aplacaron la rebeldía de los venezolanos, del pueblo venezolano, pues un promedio del total de votos chavistas alcanzados  hasta ese año, nos dice que nunca pasaron del 55 por ciento”.

 

 

 

La derrota final, sin embargo, el hundimiento, habría que esperar hasta  el 6 de diciembre del 2015, cuando la oposición democrática aplastó al chavismo-madurismo en las elecciones para elegir nuevos diputados a la Asamblea Nacional, y obtuvo la mayoría absoluta, para convertirse en el otro poder del país, el Legislativo que, desde entonces, libra una guerra sin cuartel, contra el Ejecutivo, el poder que preside el dictador, Maduro.

 

 

 

Digamos que, a partir de 6D, las agujas del reloj de la política del país retrocedieron (o avanzaron) a un choque que pendula en la historia nacional desde la creación de la  República entre Democracia y Dictadura, el Poder Civil y el Poder Militar.

 
Ahora representado por una alianza de partidos democráticos agrupada en la MUD, y una dictadura cívico-militar, o militar-cívico, que tiene las características de ser un residuo del naufragio marxista y socialista que acabó a finales de los 80 y comienzos de los 90, con el comunismo soviético y sus satélites en cuatro continentes.

 

 

 

Siete meses después del 6D y agotadas las presiones para que el Poder Ejecutivo que preside, Maduro, cambie la política económica y el modelo político y Venezuela supere la más grave crisis económica de su historia, la batalla se  trasladó a la convocatoria y celebración de un Referendo Revocatorio que debe celebrarse antes de fin de año para que los electores decidan si le revocan o no el mandato a Maduro.

 

 
Y es, exactamente lo que, violando otra vez la constitución, se niega a aceptar el dictador.

 

 
Se encuentra, entonces, la oposición frente al reto insoslayable de obligar a Maduro a aceptar el Revocatorio e imponerle sus resultados que, ya se saben, será el rechazo a la continuación de su mandato con más del 80 por ciento.

 

 
Ya el Revocatorio está en la vía, por cuanto ya fue convocado por el 1 por ciento de los electores y solo espera por la confirmación de la validación de las firmas  por parte del CNE y el llamado a la recolección de las firmas del  20 por ciento de los electores. para que se active la convocatoria al Referendo no después del próximo mes de noviembre.

 

 

 

De modo que, ya pueden vaticinarse días duros en las luchas de las semanas y meses por venir para que la dictadura de Maduro y el “Socialismo del Siglo XXI” hagan metástasis y la democracia regrese a una  Venezuela que recupere los 17 años que se le han ido de entre las manos.

 

 
Tiempo de pérdidas, de trabajos, de actos, gestos y palabras inútiles que se esfuman con la indolencia y el sopor de todos aquellos que  no quieren reconocer que la realidad habla para todo el mundo, y es implacable contra quienes no pueden mirarla porque están enceguecidos por el odio, el rencor. el resentimiento y los anacronismos.

 

 

 

 

Manuel Malaver

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