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El mundo en Nueva York

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El mundo en Nueva York

Los consensos logrados en la ONU fueron opacados por el reto de hallar una salida a la guerra siria.

 

 
No se equivocaron quienes previeron una intensa agenda noticiosa con motivo del periodo anual de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que hasta pasado mañana tendrá lugar en su sede en Nueva York. Es el número 69 de la historia de una organización que este año cumple setenta años, aniversario que motivó a numerosos líderes mundiales a desplazarse a la Gran Manzana.

 

 

El primer telón del evento fue la preocupación por las consecuencias que tendrá para la vida en el planeta el cambio climático. Que el costo del desarrollo económico y, con él, de mejores condiciones de vida para millones de seres humanos sea la degradación del ambiente es uno de los retos que motivaron la promulgación de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que toman el lugar de los Objetivos del Milenio, planteados hace 15 años.

 

 

 

La intervención del papa Francisco, en la que se refirió a la existencia de “verdadero derecho del ambiente”, porque este tiene “límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar”, estuvo en sintonía con el propósito de marras.

 

 

La necesidad de reforzar las 16 operaciones para el mantenimiento de la paz en regiones convulsionadas, que la ONU actualmente adelanta en el planeta, generó consenso, al punto de que el número de cascos azules crecerá en un 40 por ciento, aumento en el que hará, por primera vez, su aporte Colombia, con 5.000 efectivos, según informó el presidente Juan Manuel Santos, quien centró su intervención, como era de esperarse, en la paz, afirmando que pronto Colombia “será un país más seguro” y anunciándole al mundo que en seis meses “repicarán las campanas de la paz” en el país.

 

 

Pero si en los campos hasta ahora mencionados hubo distintos grados de consenso, en otros llamó la atención lo contrario: las dificultades para llegar a acuerdos mínimos.

 

 

Tal es el caso de un tema crucial: la guerra civil en Siria –que en cuatro años ya suma más de 200.000 muertos– y, ligado a este, la amenaza que representa el avance del Estado Islámico. Sobre estos asuntos versó la reunión privada que sostuvieron Barack Obama y Vladimir Putin. Como quedó claro en los discursos de cada uno, en los que, como se dice coloquialmente, se mostraron los dientes, en lo único en lo que estuvieron de acuerdo fue en la necesidad de contener a ISIS y de que regrese la estabilidad a dicha nación. En cómo lograrlo hubo posiciones divergentes. Mientras Estados Unidos insiste en la salida de Bashar al Asad, Rusia defiende a quien ha sido su aliado.

 

 

Y es justo este pulso que libran los antiguos antagonistas de la Guerra Fría el escenario en el que la ONU, una vez más, se pone a prueba. El planeta espera que en el Consejo de Seguridad se encuentre una salida que no sea obstaculizada por vetos movidos por intereses nacionales. Posturas que deben evitarse para que allí no se repita un capítulo como el del genocidio en Ruanda, fantasma que todavía la ronda.

 

 

Aunque quizás falte algo más, si se piensa a mediano y largo plazos, tal y como muchos expertos advierten. Una transformación de fondo, para que la organización se ponga a tono con las nuevas realidades de un planeta en el que los centros de poder y la manera como este se define y se disputa no son los mismos de hace siete décadas.

 

 
editorial@eltiempo.com

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