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El anticomunismo como consigna

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El anticomunismo como consigna

Durante un largo tiempo quienes somos de la izquierda democrática, del progresismo, quienes defendemos la posibilidad de un Estado humanitario, dispuesto a brindar oportunidades para todos, capaz de corregir las desigualdades existentes para proteger y estimular a los más débiles, fuimos atacados regularmente de anticomunistas, precisamente, por los miembros del Partido Comunista de cada país.

 

Recuerden que el Partido Comunista de la Unión Soviética, hoy extinta, se encargó por muchos años de fundar, mantener y dirigir unas especies de embajadas paralelas que eran justamente sus satélites partidistas. En Venezuela era el Partido Comunista Venezolano. Y fuimos atacados de anticomunistas cada vez que algún miembro ajeno a esas organizaciones de enclave acuñaba una frase crítica o un señalamiento a un acto de barbarie del oso ruso.

 

No olvidemos la despreciable invasión a Hungría. Luego el aplastamiento de la Primavera de Praga y finalmente la locura contra Afganistán. Fuego, armas, sangre, muerte. En estos tres principales actos de invasión, represión y desolación acudieron prontamente los comunistas del mundo a justificar y celebrar tales barbaries. Y quienes tomaron en esos tiempos la palabra acusadora y de denuncia fueron cada vez acusados de anticomunistas.

 

Los prosoviéticos del mundo entendían pues que, ser comunista es, de forma automática o mágica, algo parecido a ser perfecto o como solían decir, y hoy lo repite el chavismo vanamente, encarnar el “hombre nuevo”, el anticipo del paraíso terrenal. Pamplinas señores, son meras pamplinas. ¿Podríamos decir que Diosdado, o Jesse, o Samán, o la Fiscal, o la Contralora, y pare usted de contar, son los prototipos del hombre nuevo? Quienes roban a mano suelta en Pdvsa, quienes regalan nuestros recursos para mantener una corte internacional de adulantes, quienes reprimen a los estudiantes y acorralan a las universidades, quienes roban elecciones, quienes desangran a Cadivi, Mario Silva y sus compinches ¿son esos los hombres nuevos?

 

Permítanme decir que me quedo con el hombre viejo. El asunto central radica en que el pensamiento comunista es contrario a la esencia humana. A la estirpe humana. A la sociedad. El comunismo tiene como base fundamental que todos somos iguales. Que el individuo no existe, sino el colectivo. Y como se sabe, los hombres son desiguales. Eso se evidencia en el deporte. ¿Cuántos Usaín Bolt o Messi o Miguel Cabrera existen? ¿Cuántos Picasso o Dudamel? El hombre que cultiva en forma casi mágica las flores en Galipán. El mecánico que de solo oír el ruido de un motor sabe dónde está la falla.

 

El especialista que pinta una casa entera sin dejar ni una sola mancha de pintura. El médico que diagnostica con precisión y salva una vida. La maestra que estimula al niño y lo hace hombre de ciencia. Cada quien con sus ventajas y con sus desventajas. Cada quien con sus virtudes y defectos. Y es la suma de esos desiguales quienes conforman la sociedad y hacen historia.

 

Para el desarrollo exponencial de las peculiaridades de cada quien se requiere absolutamente de la protección a la iniciativa privada. Y el comunismo, amigos todos, está construido sobre la base de reprimir, suprimir, acabar con la iniciativa individual para en su lugar colocar un imaginario ser colectivo que graciosamente sufre la siguiente transformación: El Partido Comunista representa a la sociedad igualitaria. El Comité Central asume la dirección del Partido. El Secretariado del Partido (Jaua, Maduro y Diosdado) sustituye al Comité Central y finalmente el Presidente (el difunto o Maduro) representa la instancia de última decisión.

 

Tal proceso no es sino una aberración social. Un disparate civil. Un entuerto endiablado. Así que en uso de mis derechos universales e irrenunciables declaro solemnemente que esas acusaciones de anticomunista que lograron de alguna manera adquirir fuerza política pueden irse largo al carajo. Si el comunismo es Cadivi soy anticomunista. Si el comunismo es obedecer a Fidel y permitir que nuestra Fuerza Armada sea de alguna manera dirigida o entrenada por los mismos que ayercito disparaban contra los soldados venezolanos y fusilaban oficiales, pues entonces soy anticomunista.

 

Si comunista es atacar a las universidades, agredir a diputados salvajemente, apedrear manifestaciones, torturar estudiantes, pues entonces viva el anticomunismo. Los hombres somos desiguales, distintos. Y el gobierno por el cual lucho debe reconocer de entrada la iniciativa privada, la especificidad de cada quien, las particularidades de cada uno. Solo así, con la suma de muchos individuos podremos construir una sociedad compacta, complementaria. De manera tal que la suma de las partes es muchísimo más que el todo.

 

Por Eduardo Semtei

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