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Discurso insulso en el reino del azufre…

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Discurso insulso en el reino del azufre…

 

Un viaje a Nueva York con el disfraz de presidente. El encuentro de mandatarios en la asamblea de la ONU ameritaba un esfuerzo ciclópeo para poder mostrar virtudes intelectuales de las que se carece. Con premura se vistió en el lujoso hotel buscando no solo un traje de etiqueta, sino el bálsamo de erudición que hiciera posible que su ostensible orfandad de capacidades pudiera ser ocultada por algunas frases aprendidas a la luz del caletre. A hurtadillas metió la mano entre tantos borradores de pensamientos inconexos, para construir desde su martirio existencial un ropaje de estadista para ser utilizado en treinta minutos de discurso ramplón.

 

Para lograr confianza se hizo acompañar por un gran número de funcionarios y amigos del proceso. Disfrutaron de los mejores restaurantes del imperio, compraron en las tiendas más exclusivas de su odiado Estados Unidos. El inefable huésped de Miraflores dio una propina de 13.000 dólares en una cena con íntimos amigos. Con este dinero podría haber comprado 260.000 frascos para combatir la epidemia que padecemos.

 

Las palabras de Nicolás Maduro no conmovieron al escenario semivacío, solo las delegaciones de administraciones que lactan de nuestra ubre petrolera, estaban extasiados con el discurso de quien autoriza las millonarias concesiones. Observaban con el deleite de aquellos que saben que detrás de aquel rollizo dignatario venezolano está el botín de sus vidas. Un cúmulo de planteamientos cansones que no conducen a nada importante, las mismas frases rebuscadas de la izquierda clásica; aquella que siempre creó una guerra existencialista para mostrarse como la cura de todos los males posibles.

 

Nicolás Maduro no es precisamente el más brillante de su especie, tampoco lo fue Chávez; solo que cuentan con millones de dólares para conseguir adeptos que los respalden como si se tratasen de verdaderos constructores de ideas. El totalitarismo de hoy necesita de discurso como el del primer mandatario venezolano para encontrar escenario para seguir penetrándonos hasta la medula.

 

Nicolás Maduro sintió que el verdadero azufre es su manifiesta incapacidad. El canciller Guido Westerwelle, representante de Alemania en el Consejo de Seguridad de la ONU, bostezaba sin disimulo. Mientras el representante británico Mark Lyall Grant sonreía tímidamente. María Gabriela Chávez mantuvo su rostro con mucha severidad como simulando un conocimiento profundo de los temas debatidos.

 

Con la ingenuidad propia de la neófita clásica, trataba de imitar la postura ceremonial de la representante colombiana María Ángela Holguin. Durante el discurso sus ojos buscaban a la canciller neogranadina, como inquiriendo algún detalle que sirviera para no pasar la pena. Todo un espectáculo circense de baja ralea en donde Venezuela vuelve a ser el flanco de ácidos chistes…

 

 alexandercambero@hotmail.com

 @alecambero

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