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De show en show…

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De show en show…

No sé qué tienen las paredes de Miraflores que a todo el que llega a ocuparlo lo ataca el mismo mal: la soberbia. Ya una vez en esta columna escribí sobre esto, referido a Chávez cuando pronunciaba aquello de «águila no caza moscas» (lo cual no fue cierto, porque a bastantes «moscas» opositoras a su gobierno persiguió), o cuando en plena campaña electoral le dio por referirse a quien era nuestro candidato Capriles como «la nada»… Mas debo volver sobre esta enfermedad pues nos ha tocado asistir dos veces a Miraflores (una en diciembre pasado y otra esta misma semana) y resulta increíble ver la metamorfosis que sufren quienes atraviesan sus puertas envestidos de la autoridad presidencial y, más increíble aún resulta ver la conducta adulante y acrítica de quienes lo rodean.

 

Entramos en una época en la cual quien gobierna parece que lo hiciera como animador de un show de televisión. Sin duda esta modalidad -nada sana- la impuso Chávez. Parece que para que el pueblo vea que está trabajando sin parar, sus asesores le aconsejaron «has como Chávez, sal todos los días en una cadena o al menos en una transmisión por VTV haciendo algo, así no estés haciendo nada, o diciendo algo, así no tengas nada nuevo que decir… «, y lo está cumpliendo.

 

Esta sobreexposición en algunos puede ser buena, pero en la mayoría de los casos es un completo desastre. Sus apariciones se han convertido en un mar de frases hechas y repetidas a las que debe aliñar con algunas amenazas y estridencias para no dormir a quienes, por resignación, están del otro lado de las cámaras, en sus casas.

 

A estas alturas sus apariciones diarias no generan ninguna expectativa, no son noticiosas. Incluso cuando se anuncia que se darán a conocer nuevas medidas económicas -aquellas que todos suponemos deben tomarse para sacarnos de la crisis profunda en la que nos encontramos- terminan siendo de nuevo apariciones sin contenido, sin anuncios importantes y con repeticiones interminables de un guión que ya luce agotado.

 

Seguramente sus asesores le deben estar diciendo que estuvo fantástico, que es un digno hijo de Chávez. Si se tomara el tiempo de leer bien todos los estudios de opinión se daría cuenta que la realidad está muy distante de lo que los aduladores de palacio le deben decir.

 

El lunes pasado, invitados a exponer y debatir el tema de la seguridad -primer problema del país-, acudimos luego de consultar a la MUD si era conveniente ir (dada la suspensión del diálogo) y luego de reunirnos varios alcaldes para determinar la pertinencia. El tema convocado era ineludible y nuestra presencia era importante para decirles dónde falla el plan que se implementa actualmente. Ya en Miraflores nos sentamos junto a nuestros colegas a escuchar la exposición del Gobierno en boca del Ministro. Nos señaló el contenido y los objetivos del plan, cosa que ya sabíamos todos los presentes al haber participado en reuniones sobre seguridad con la misma agenda. Parecía que nos hablaban a nosotros, pero realmente hablaban para las cámaras, para dar la impresión de que se está trabajando en este problema desbordado en el país.

 

Luego entró Maduro y el ver las caras de muchos de los presentes me hizo pensar en lo mal que estamos. De inmediato aplausos de sus partidarios, transmisión directa por la señal oficial y otro discurso introductorio que daba vueltas sobre el problema sin llegar al meollo del mismo.

 

La intervención de nuestro colega Smolansky, basada casi por completo en el tema de seguridad, solo cerró con una simple y hasta respetuosa mención a los casos de Leopoldo, Ceballos, Scarano y estudiantes detenidos. De inmediato Maduro le respondió con mucha soberbia sobrerreaccionando ante un simple planteamiento. Pienso que él mismo se dio cuenta de la desproporción de su reacción porque bajó el tono de golpe y continuó la reunión.

 

La soberbia en el ejercicio del poder no es nada buena, aleja a las personas de la realidad. San Agustín decía que «la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano». La reacción en contra de Smolansky fue un asomo claro de soberbia. Seguramente si no estuvieran transmitiendo esa reunión como un show, la respuesta de Maduro no habría sido la misma. El problema es hacer de todo un show.

 

Estando allí me hacía una pregunta: ¿para discutir un tema tan delicado como la seguridad de todos los venezolanos, conversación que además revela las debilidades que tiene el Estado en su conjunto (nacional, estadal y municipal) para combatir la criminalidad, es necesario estar transmitiendo en vivo por los medios oficiales? Vale decir, exponer ante los criminales las debilidades de los cuerpos policiales es un error que nadie comete en el mundo, solo aquí, que vivimos de show en show.

 

gblyde@gmail.com

@GerardoBlyde

Por Gerardo Blyde

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