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Criptoburla, criptoengaño, criptomiseria, criptopatraña 

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Criptoburla, criptoengaño, criptomiseria, criptopatraña 

 

En Venezuela no hay dolarización creerlo es una tontería, lo que hay es un caos monetario, aunque por breve momento genere ilusión de normalización, que más temprano que tarde se disipará. ¡No hay petro que valga cuando el desastre es una realidad castro-madurista! Un desbarajuste cruel que poco a poco se desarrolla y hace recordar la experiencia cubana del periodo especial, cuando en los años 90 se derrumbó la Unión Soviética y Cuba perdió sustento económico, la isla sufrió una crisis económica, y se planeó un sistema dual que devino en la circulación del peso cubano no convertible -controlado por el socialismo, para uso del Estado- y el peso cubano convertible equivalente a más o menos un dólar destinado a las empresas extranjeras o mixtas, turistas y privilegiados, es decir, ladrones bolichicos, sinvergüenzas enchufados, bandidos boliburgueses, miserables redomados y cohabitantes en la sociedad cubana de entonces.

 

La mezcla monetaria desplegada por el régimen usurpador, en la que conviven bolívares, dólares, euros y petros empeorará la situación de los empleados públicos y quienes dependan del Estado, al obligarlos recibir ingresos en criptopatraña, aislándolos a cambio de control político y social. A los demás ese nivel de peor hace tiempo llegó.

 

La circulación de disímiles monedas es locura desatada. Un país serio tiene un signo monetario respetable, que se base en la confianza y cuando se dilapida pierde seguridad. Como ha pasado con los bolívares venezolanos entrampados en el desorden e incompetencia castrista, y empieza a pasar incluso con los dólares. Y pasa con el petroestafa, esa ficción sin base confiable con la cual el castro-madurismo pretende evadir los hachazos de las sanciones y, sobre todo, su propia incapacidad para producir nada. Como el castrismo cubano, parásito vividor perseverante de las riquezas ajenas.

 

¿Cuánto compra un petro? En realidad, la respuesta es imposible porque es una aparatosa falsa realidad, “fake new” con logotipo, alarde inútil; las economías maltrechas no se arreglan con habladeras de pendejadas sino con hechos, y las aventuras venezolanas socialistamente impuestas nada cambian. Lo que hoy cueste un décimo de petromiseria, mañana costará más. Pasado mucho más. Así hasta el infinito. La tragedia es que los salarios mínimos, crecientes, altos, cualquiera, no crecen en la misma proporción que se desmoronan los servicios públicos, actividades de salud, infraestructura pública y privada, en fin, la vida general del país, y mucho menos en relación al aumento indetenible de los precios. Anarquía total. El petro entelequia cubana.

 

Algunos castro-maduristas alardean con millones de mujeres, hombres, jóvenes, ancianos, honrados confundidos, malvivientes, mescolanza de todo bicho de uña dispuestos a morir por ellos -que se autodenominan patria pero no puede ser patria esta ruina que enferma y mata. La verdadera patria es una emoción que se lleva en el alma y tradición, convicción de orgullo y compromiso, no la obediencia a una potencia extranjera que no sólo es más pequeña que nuestra nación colonizada a la fuerza, seducidos por leyendas que caducaron al menos hace medio siglo, sino que es la muestra permanente de un fracaso, un fiasco socioeconómico con sesenta años de crueldad, injusticia y desgonzamiento de un pueblo que, de ser a comienzos de la segunda mitad del siglo XX uno de los primeros cinco de América, hoy es un oscuro mercado de esclavos y abusos a los Derechos Humanos. Es lo que esconden o, aún peor, no ven, cabecillas castristas venezolanos que nos llevan a la humillación, miseria e ignominia, amenazados con milicianos y colectivos, algunos fanáticos por ignorancia y estupidez, otros por conveniencia de cobradores.

 

Los que no entienden demasiadas cosas, pero menos de economía, inventan una criptomoneda, comienzan a comercializarlas, vender y cobrar en monedas exóticas; los dólares que pretenden o han escondido, están congelados. Disimilan o tratan de disimular su fracaso con una cosa que pocos conocen y en la cual nadie tiene confianza porque está “respaldada” por una economía en caída libre diseñada y ejecutada por ignorantes.

 

Los rudimentarios cuentistas inventores de la criptofalacia están buscando la manera de vender al mejor postor instalaciones petroleras arruinadas por ellos mismos, actividades de extracción y comercialización, no para generar nueva riqueza, sino para poder cancelar la miseria, desdicha e infortunio que su incompetencia, errores mentales, complejos e insolvencias produjeron. Pero el sistema tiene efectos negativos en la distribución del ingreso. Quienes no tienen acceso a dólares y trabajan en la economía castrista socialista se perjudican y reciben ingresos mínimos. En cambio, quienes ganan o reciben dólares, están en mejores condiciones. Pero son, infortunadamente, una minoría vergonzante.

 

Por eso un petro no compra nada excepto, quizás, fantasía frustrada, capítulo final de una tiranía avergonzada porque nada deja excepto hambre, enfermedades, carencias, destrucción, mendicidad, vendedores ambulantes, prostitución o semi-prostitución, delincuencia en gran escala, y miles de uniformados desalentados.
Una tragedia real que no puede arreglarse con criptofantasías.

 

@ArmandoMartini

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