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La “oración” no es un hecho aislado. La mezcla de política y religión ha sido característica del proceso

 

El afecto popular es respetable. Estoy seguro de que muchos venezolanos rezan por el eterno descanso del alma del difunto Presidente. Rezarle a Chávez es distinto. No juzgo la intención de la miembro del Congreso del Psuv que leyó la Oración del Delegado, tampoco creo que haya tenido intención de burla, aunque puede apreciarse en los rostros de la audiencia que más de uno lo recibió, y disfrutó, como si lo fuera. Y reírse de las creencias de cualquiera es una falta de respeto, y en este caso se trata de la fe de millones de venezolanos. Aunque no haya sido la intención de la camarada.

 

Dudo mucho que en esa transmisión de televisión hubiera improvisación. Este gobierno improvisa en todo salvo en la comunicación, la toma muy en serio. Alguien lo leyó y autorizó, si no se hizo es una irresponsabilidad, porque una cosa es un acto personal y otra uno político y comunicacional. Y la declaración del presidente Maduro atacando a quienes se han sentido ofendidos, con el disco rayado del “odio a Chávez”, echa leña al fuego según el hábito oficial, lo cual hace sospechosa la espontaneidad de la “oración”.

 

Pero más importante que el hecho en sí es su contexto. El culto a la personalidad, antidemocrático y socialmente nocivo, en vida del presidente Chávez, ya había alcanzado dimensiones sin precedentes nacionales, y se ha acentuado tras su muerte con evidente interés de manipulación política. Incluso fallecido tiene mucho más liderazgo que todos sus herederos juntos. A ellos les tocó el legado dulce de las mieles del poder, pero también el amargo de las consecuencias fiscales, económicas, políticas y sociales de sus fantasías, errores y omisiones, algo que tienen que tragar y, además, elogiar.

 

La “oración” no es un hecho aislado. La mezcla de política y religión ha sido característica del proceso. Decir “Soy el tercer comandante después de Dios y Bolívar” o “Jesucristo fue el primer socialista”, comparar al adversario con el demonio. Todo apunta en la misma dirección que llamar “Comandante Eterno” al difunto. Una mentira pues eterno significa que no tuvo principio ni tendrá fin.

 

Se ha determinado que el fanatismo puede ser dañino para la salud política y social. Cualquier fanatismo. Pero el político-religioso tiene potencial para convertirse en el más peligroso de todos. Es atraso y trae más atraso. Debilita instituciones, hiere la convivencia, propicia violencia. ¡Cuidado!

 

Ramón Guillermo Aveledo

rgaveledounidad@gmail.com

 

 

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