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Aunque esté bravo , ¡vote!

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Aunque esté bravo , ¡vote!

Esta semana está de perlas leer la “Fábula de la avispa ahogada” de Aquiles Nazoa. Y es que aún hay gente brava por allí que, por estar brava, no quiere votar. Craso error. Hay que salir en masa a votar y después a cuidar el voto.

 

 

Es verdad, tenemos todo el aparataje estatal programado para hacer triquiñuelas. Pero mientras más personas salgan a votar, más difícil será hacer la trampa. ¡Ganaremos!, pero para ganar hay que sumar votos. Así que deje la bravura, que la esperanza puede estar a la vuelta de la esquina; si aún tiene dudas, recuerde lo que acaba de ocurrir en Argentina

 

 

¡Vote bravo, pero vote!

 

 

Fábula de la avispa ahogada

 

 

La avispa aquel día, desde la mañana/ como de costumbre, bravísima andaba./ El día era hermoso, la brisa liviana;/ cubierta la tierra, de flores estaba/ y mil pajaritos los aires cruzaban.

 

 

Pero a nuestra avispa –nuestra avispa brava–/ nada le atraía, no veía nada/ por ir como iba, comida de rabia.

 

 

“Adiós”, le dijeron unas rosas blancas,/ y ella ni siquiera se volvió a mirarlas/ por ir abstraída, torva, ensimismada,/ con la furia sorda que la devoraba.

 

 

“Buen día”, le dijo, la abeja, su hermana,/ y ella que de furia, casi reventaba,/ por toda respuesta, le echó una roncada/ que a la pobre abeja, dejó anonadada.

 

 

Ciega como iba, la avispa de rabia,/ repentinamente, como en una trampa,/ se encontró metida, dentro de una casa./ Echando mil pestes, al verse encerrada,/ en vez de ponerse, serena y con calma a buscar por dónde, salir de la estancia,/ ¿sabéis lo que hizo?/ ¡Se puso más brava!/ Se puso en los vidrios, a dar cabezadas,/ sin ver en su furia, que a corta distancia/ ventanas y puertas, abiertas estaban;/ y como en la ira, que la dominaba/ casi no veía, por dónde volaba/ en una embestida, que dio de la rabia/ cayó nuestra avispa, en un vaso de agua.

 

 

¡Un vaso pequeño, menor que una cuarta/ donde hasta un mosquito, nadando se salva!

 

 

Pero nuestra avispa, nuestra avispa brava,/ más brava se puso, al verse mojada,/ y en vez de ocuparse, la muy insensata,/ de ganar la orilla, batiendo las alas/ se puso a echar pestes y a tirar picadas/ y a lanzar conjuros, y a emitir mentadas,/ y así, poco a poco, fue quedando exhausta/ hasta que furiosa, pero emparamada,/ terminó la avispa por morir ahogada.

 

 

Tal como la avispa, que cuenta esta fábula,/ el mundo está lleno, de personas bravas,/ que infunden respeto, por su mala cara,/ que se hacen famosas, debido a sus rabias/ y al final se ahogan, en un vaso de agua.

 

 Claudio Nazoa

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