Todos queremos un país donde se consigan precios justos y no haya especulación. Pero para lograrlo hay que poner en práctica políticas económicas que lo hagan posible, en vez de aplicar modelos que siempre han fracasado y que crean las condiciones para que el alto costo de la vida, la escasez y la especulación puedan crear un ambiente de incertidumbre y desconfianza en la economía y sea el pueblo en general el que pague las consecuencias de esas malas políticas económicas.
Quien ha dirigido la guerra económica contra el pueblo es Nicolás Maduro desde Miraflores, él decretó una devaluación del 46 por ciento de la moneda, al llevarla de 4.30 a 6.30 bolívares por dólar, y esta decisión la tomó sin medidas complementarias que evitaran los efectos negativos e inmediatos de la misma. A nadie debe sorprender que la inflación de este año llegue a un 50 por ciento, que es un porcentaje muy parecido al de la devaluación decretada.
Por otra parte, el más criminal de los impuestos que se puede imponer a los pobres es el de la inflación, y este gobierno, utilizando a un BCV a los pies del Ejecutivo, es el responsable de la inflación que afecta gravemente a nuestro pueblo, y eso se demuestra con cifras del propio Banco Central, según las cuales, mientras las reservas internacionales bajaron de 30 mil 332 millones de dólares que estaban el 31-12-2010 a 21 mil 645 millones de dólares al 1-11-2013, la emisión de dinero sin respaldo en las reservas ni en la producción de bienes y servicios, es decir, el llamado dinero inorgánico, subió de 295 mil millones de bolívares para el 7-11-2011 a más de tres veces para el 18-10-13 al llegar al billón de bolívares; o sea, mientras las reservas caen y la producción nacional está destruida por las políticas de este gobierno, aumenta la cantidad de billetes en circulación de manera tan desproporcionada que nadie es capaz de saber cuál es el precio justo de las cosas.
Hoy Nicolás Maduro dirige una campaña para que se bajen los precios que sus políticas subieron, todo con el fin de lograr votos para el 8-D, pero sin rectificar las decisiones que los causaron.
Por Omar Barboza
