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¡Todos perderemos todo!

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¡Todos perderemos todo!

 

Este artículo lo escribí hace 14 años.

 

 

Lamentablemente, aún tiene vigencia.

 

 

Dios quiera que sea la última vez que lo publique…

 

 

 

Este artículo está dedicado a todos los venezolanos sin importar el lado en el que estén ni el país en el que se encuentren, así que les pido que por favor lo lean con detenimiento, en especial aquellas personas que por cualquier motivo aún apoyan al gobierno.

 

 

Dios quiera que la mano de la providencia me ilumine y permita que las ideas fluyan claras, precisas y despojadas de prejuicios u odios.

 

 

Jamás olvidaré una escena de la película El último emperador, en la cual el monarca, ya viejo y convertido en jardinero por la Revolución cultural china, ve pasar frente a él a un grupo de prisioneros vestidos de gris con un humillante letrero colgado al cuello donde se podía leer el supuesto delito por ellos cometido. Delitos como creer en otra religión, poseer libros diferentes a El libro rojo de Mao, besarse en público o tener una máquina de escribir. Cualquier cosa que no fuera adorar a Mao Tse-tung era razón suficiente para ser encarcelado y humillado públicamente.

 

 

Lo cierto es que en la película, el emperador gira tímidamente su rostro hacia una multitud de fanáticos que injuriaban y golpeaban a los infelices que venían amarrados. Cuál no sería su sorpresa al reconocer entre los detenidos al esbirro principal de cuando él fue también hecho preso, humillado y despojado de los más mínimos derechos que puede tener un ser humano.

 

 

El par de segundos que dura el cruce de miradas entre el último emperador y el antiguo esbirro torturador puede ocurrir pronto entre los venezolanos si no nos unimos, no contra el gobierno, sino a favor de nosotros mismos.

 

 

Me gustaría que en un acto de objetividad y sinceridad, las personas que apoyan al gobierno mediten seriamente lo que está pasando. El llamado es para aquellos honestos que tienen una pequeña finca, una casa en la playa o un apartamento logrado con trabajo y esfuerzo.

 

 

El llamado también es para los obreros que tienen buenos empleos en empresas serias, para los trabajadores del campo que laboran con patrones responsables y para algunos intelectuales y artistas que, de buena fe, apoyan al gobierno. Sincérense con ustedes mismos. Háganse la siguiente pregunta y respóndanla íntimamente sin comentarlo con nadie: ¿podría yo vivir como lo hacen los cubanos en su tierra, sin ningún tipo de privilegio como aspirar a comprar una casa, un carro o simplemente tener Internet?

 

 

Las revoluciones no perdonan. Recuerden lo que ocurrió con los actores de la francesa, no olviden a Iósif Stalin en la Unión Soviética, Benito Mussolini en Italia, a Pol Pot en Camboya, a Kim Il-sung en Corea del Norte, a Mao Tse-tung y a su esposa en China, a los esposos Ceausescu en Rumania, a Muamar Gadafi en Libia y a Sadam Husein en Irak, entre otros bichos malos. Todos estos criminales asesinaron mucha más gente que Hitler. Las revoluciones son como las viudas negras: arañas que matan a sus consortes después de que los utilizan para la cópula.

 

 

Quienes hoy persiguen también serán perseguidos. Quienes hoy jalan bola y sapean, mañana nos llamarán para decir que no sabían cómo eran las cosas.

 

 

Todavía estamos a tiempo. Lo primero es no ser indiferentes a los ataques que sufren otros. No se entreguen ni se desanimen. No se queden callados. No tengan miedo. Piensen que hemos tenido un país que cometió muchos errores y muchos sinvergüenzas nos gobernaron, pero era un país donde cabíamos todos.

 

 

En lo personal, viniendo yo de la izquierda, siempre trabajé con los gobiernos de Acción Democrática y de Copei. Nunca me preguntaron si había votado por sus candidatos o si había firmado en contra de ellos. Eran tiempos en que éramos adversarios pero no enemigos.

 

 

Muchos de los comunistas de hoy, quienes marginan, excluyen y siembran odios en el área de la cultura, vivieron muy bien durante los horrorosos cuarenta años de Acción Democrática y Copei: compraron sus casas, sus carros, viajaron representando a Venezuela y mandaron a sus hijos con becas del Estado a estudiar en el exterior (preferiblemente en Francia, Inglaterra y Estados Unidos), algunos, incluso, trabajaron como representantes culturales en embajadas.

 

 

Queda poco tiempo, pero queda tiempo. No nos caigamos a embustes, la cosa es difícil pero todavía se puede hacer algo.

 

 

Una pequeña luz se ha asomado. La mayoría de los partidos de oposición se unieron. A lo mejor no es lo que muchas personas aspiraban, ¿pero acaso cuando se hundió el Titanic a quienes estaban a punto de ahogarse les importó si la balsa en la que iban a salvarse era blanca, verde o rosada? Es hora de apoyarnos a nosotros mismos. No nos pongamos exquisitos. Estamos en emergencia. Dejemos ya la necedad del “no me gusta esto o lo otro”.

 

 

Volvamos a la calle con optimismo, fe y sin miedo, porque si no, ¡todos perderemos todo!… hasta ellos, los chavistas, porque cuando caigan en desgracia, ya nadie los va a querer y será tarde para arrepentirse. Piénsenlo.

 

 

Finalmente, este miércoles 23 de enero de 2019, los invito a todos a salir a la calle. Ese día sabemos que el gobierno no se va, pero es el primer paso del último paso para que eso ocurra de forma constitucional y democrática.

 

 

¡Participe! Ya que por apatía, pesimismo, desconfianza y decepción, nos puede ocurrir lo que le pasó al último emperador.

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

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