Reflexiones desordenadas

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Reflexiones desordenadas

Escribo en domingo. Aún no conozco los resultados de la actividad electoral convocada para hoy por el régimen y avalada por importantes personeros no formalmente oficialistas. La verdad es que no me preocupa demasiado el tema. Todo está dado para que el régimen mantenga, con alguna ampliación, el control de la mayoría de las estructuras municipales.

 

 

Y lo que es más grave, desconozca la mayoritaria voluntad del pueblo zuliano que eligió recientemente a Juan Pablo Guanipa como gobernador. A pesar de ese meritorio triunfo contra la maquinaria oficial, lo destituyeron por negarse a prestar juramento ante esa constituyente madurista, rechazada por fraudulenta por propios y extraños. Mi reconocimiento a la actitud principista, honesta y propia de su condición y herencia de este nuevo valor del liderazgo democrático. Lo inaceptable, a mi juicio, es que desde la “oposición” avalaran las actuaciones del régimen postulando como candidato a quien debería haber sido el primero en reconocer el triunfo de Juan Pablo y cuestionar todo lo sucedido.

 

 

 

Pero, nada nos sorprende. Con verdadera indignación vemos cómo avanza el drama de la destrucción institucional del país. Nada funciona. Todo camina de mal para peor. Está fortalecida, día a día, nuestra convicción de que no hay solución posible para ninguno de los problemas existentes mientras este régimen exista. Por tanto, todos los que compartimos este criterio tenemos la obligación de trabajar sin descanso por el cambio necesario en el menor tiempo posible.

 

 

 

No me siento feliz con lo que pienso en esta hora tan difícil y traumática. Pero si no logramos entender adecuadamente la realidad y la magnitud de las dificultades existentes, será imposible alcanzar el objetivo. Lo grave que muchos “opositores” lo entienden, pero actúan en dirección contraria a sus convicciones e incluso a sus propias trayectorias. Me cuesta mucho creer que sea por ingenuidad o por ignorancia. En algunos ni siquiera por comodidad o cobardía. Se podría tratar de complicidad abierta o encubierta. Esto siempre tiene un precio. Se conocerá más temprano que tarde. Recordemos que no hay secretos eternos.

 

 

 

Mientras tanto ¿qué podemos pedirle al ciudadano común, al pueblo que ciertamente sufre la situación actual?, ¿más paciencia? O, antes por el contrario, organizarlo para actuar en base a la rebeldía constitucional y práctica que las circunstancias exigen. Esto se dice fácil pero es extremadamente difícil y riesgoso para quienes asuman la responsabilidad de dirigir las acciones. Pero no hay de otra. Es ahora o será imposible detener la destrucción de la república, ya de por sí bastante deteriorada. No olvidemos que siempre se puede estar un poco peor. En la vida sólo se toca fondo cuando las cosas que se hace mal empiezan a hacerse bien.

 

 

 

 

Oswaldo Álvarez Paz

oalvarezpaz@gmail.com

@osalpaz

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