El Kremlin, inmerso en persistente estrategia para regular el acceso de sus ciudadanos a internet, impulsó el desarrollo de un servicio de mensajería denominado Max. Esta plataforma, comparada con la aplicación china WeChat, se concibe como la alternativa local a WhatsApp, cuyo futuro en el país se percibe cada vez más incierto.
En un esfuerzo por centralizar los servicios digitales, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, encomendó la creación de una aplicación de mensajería nacional, reseñó Efe.
El objetivo, fijado para el primero de septiembre, es que esta plataforma integre múltiples funciones, incluidos servicios de la administración pública y la posibilidad de funcionar como documento de identidad.
La empresa seleccionada para esta ambiciosa tarea fue VK, la equivalente rusa de Facebook, cuya aplicación de chat, Max, asumió esta responsabilidad. A pesar de su fase inicial de desarrollo y la escasez de servicios adicionales, la aplicación ya esta disponible para descarga en Google Play.
Expertos en tecnología y comunicación sostienen que la iniciativa del Kremlin responde a un propósito más profundo: intensificar el control sobre los canales de comunicación de los ciudadanos y reforzar la censura. Esta medida forma parte del llamado de Putin a “estrangular” a las empresas tecnológicas occidentales. Históricamente, Rusia había presentado propuestas tecnológicas como alternativas a plataformas occidentales, aunque con resultados dispares. Un precedente notable fue Rutube, copia que, al igual que otras, no logró consolidarse. VK ya había lanzado un chat en 2017, TamTam, que no consiguió competir ni con WhatsApp, que entonces contaba con casi 100 millones de usuarios en Rusia, ni con Telegram, que superaba los 50 millones.
Max vs. WeChat y las crecientes preocupaciones
Las autoridades rusas establecieron clara analogía entre Max y la aplicación china WeChat, servicio de mensajería unificado ampliamente reconocido por su vigilancia estatal.
Amnistía Internacional había señalado que WeChat contribuía a la merma de la libertad de expresión en China, preocupación que resurgió con el lanzamiento de Max.
Durante el último mes, influyentes blogueros rusos promovieron la aplicación. Dada la limitada oferta de funcionalidades originales de Max en ese momento, sus alabanzas se centraron principalmente en la buena conectividad.
Simultáneamente, plataformas independientes acusaron a estos blogueros de operar bajo los intereses del Kremlin. La aplicación había superado el millón de descargas en Google Play y, a pesar de su temprana etapa de desarrollo, sus servicios aumentaban rápidamente, imitando las interfaces de WhatsApp y Telegram. Reportes periodísticos denunciaron que Max había replicado canales de Telegram sin la autorización de sus creadores.
Futuro amenazado
En este contexto de reestructuración digital, las autoridades rusas debaten activamente un posible bloqueo de WhatsApp. Esta aplicación, propiedad de Meta (empresa estadounidense que también era dueña de Facebook e Instagram, ya bloqueadas en Rusia por “extremismo”), enfrenta creciente presión.
Antón Gorelkin, diputado ruso, había manifestado que WhatsApp debería prepararse para su salida del mercado ruso, dado que las posibilidades de nuevas restricciones eran considerables.
Artemi Lébedev, popular bloguero ruso, instó en sus plataformas al gobierno a prohibir WhatsApp, argumentando su redundancia.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, también se refirió al asunto, subrayando la necesidad de que las aplicaciones extranjeras cumplieran con la legislación rusa.
Meta había sido multada en reiteradas ocasiones por no localizar las bases de datos de sus usuarios rusos en territorio nacional. La mayoría de los expertos coincidió en que la localización de estas bases de datos en Rusia permitiría el acceso a las autoridades, exponiendo la privacidad de los usuarios ante la creciente represión, que se había intensificado drásticamente tras el inicio del conflicto en Ucrania en 2022.
En cuanto a Telegram, Moscú había experimentado fricciones con su fundador, Pável Dúrov, una década atrás.
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