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Libertad condicional

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Libertad condicional

   

No exijas tus derechos, no te quejes, no preguntes, no increpes, no pidas condiciones óptimas de trabajo. Confórmate con lo que nos da la gana pagarte, arriesga tu vida, cuídate por tus propios medios del covid-19. Si te niegas, si levantas la voz, serás acusado de instigación al odio, procesado y penalizado.

 

 

Lo anterior es la realidad que viven casi todos los profesionales de la salud de este país que trabajan en instituciones públicas. Y es, en resumen, lo que le ocurrió a la enfermera Ada Macuare. Aunque muchos celebran su liberación, hay que tener siempre en cuenta que es “condicionada” a que se presente en un tribunal cada 30 días.

 

 

Alguno dirá que es poco, pero los que han pasado por eso saben que ir a un tribunal cada cierto tiempo a firmar un cuaderno es someterse una vez  más a las vejaciones y humillaciones de los funcionarios de la justicia rojita. Los hacen esperar interminables horas, los maltratan. Es una espada que siempre está pendiendo sobre sus cabezas. Eso no es libertad.

 

 

Tampoco lo es cuando deciden dar casa por cárcel o cuando les ponen ese horrible aparato en el tobillo. Pero lo que más indigna es que la mayoría de los que han recibido semejantes medidas son completamente inocentes, no han cometido delito en contra de la sociedad.

 

 

Los enfermeros están ya cansados de exigir mejores condiciones de trabajo. No es ahora, con la pandemia, cuando ellos se han manifestado en este sentido; tienen años diciéndole al régimen que quieren trabajar por la salud de los venezolanos, pero no tienen con qué.

 

 

Por eso Macuare estuvo 12 días secuestrada, pero lo que es peor, tiene un proceso abierto como si fuera una delincuente. Lo que no tienen el Koki y sus amigos que ya están en Colombia. La enfermera es acusada de promover el odio, como si trabajar largas horas en un ambulatorio sin medicamentos ni materiales fuera odiar. Como si exponer su vida para salvar la de otros no fuera un acto de empatía y compasión. Como si ejercer una profesión tan peligrosa por un sueldo miserable de 10 dólares no fuera amar a su país.

 

 

Lo peor es que este tipo de injusticias no es aislada. Allí siguen encerrados los activistas de Fundaredes. Hay muchos profesionales secuestrados por la misma causa, y muchos otros a los que se les sigue proceso por el mismo delito inventado.

 

 

Pero Venezuela agradece el sacrificio de Ada Macuare y de todos ellos, pues sus historias dan la vuelta al mundo y ponen en perspectiva lo que el régimen es capaz de hacer para silenciar a los que se le oponen.

 

 

Editorial de El Nacional

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