Quería ayudar porque no tenían ni municiones», explica Abu Mohamad detrás de un mostrador en Alepo
Mientras millones de sirios ya dejaron el país por el conflicto que mantienen las fuerzas de Bashar al Assad y los rebeldes, paradójicamente otros se quedan prosperando sus vidas a costas de la guerra. Tal es el caso de Abu Mohamad, quien vende todo tipo de armas a los rebeldes, en Alepo, al norte de Siria.
Sin tapujos, el hombre reconoce los beneficios que le trae su negocio en plena guerra. «La guerra es un muy buen negocio», declara sin pudor este hombre de 39 años, propietario desde hace siete meses de la única armería en el barrio de Fardus (este de Alepo).
«Quería ayudar a los rebeldes porque no tenían ni armas ni munición», reconoce Mohamad, un empresario que admite ganar 50.000 libras sirias al día (370 dólares), mientras va colocando varias granadas sobre el mostrador de su tienda.
Este ex rebelde luchó nueve meses con el Ejército Sirio Libre (ESL, principal fuerza opositora al régimen de Bashar al Assad), hasta que fue herido en una pierna y optó por colaborar desde la venta de armamento.
«Me alcanzó metralla y me tuvieron que cortar un trozo de hueso. Ya no puedo combatir y por eso se me ocurrió la idea de abrir esta tienda», recuerda.
En las paredes de la tienda están expuestas armas de diferentes calibres y precios, incluidas pistolas calibre 9mm y fusiles AK-47, que son del arsenal más caro que posee este vendedor. «Fabricados en Irak y en Rusia, cuestan entre 1.500 y 2.000 dólares, dependiendo de la calidad», apunta el hijo de Abu Mohamad.
«También tenemos uniformes militares, botas, máscaras de gas, walkie-talkies. La mayoría del material viene de Turquía», agrega el joven, de 20 años y combatiente rebelde.
Mohamad Asis, de 43 años, llega acompañado por dos compañeros de armas. Busca munición para un fusil, aunque también está «buscando uno nuevo, pero estos modelos no son muy buenos y son excesivamente caros», señala a la AFP mientras saca un fajo de billetes y coloca sobre el mostrador 15.000 libras sirias (110 dólares) por 150 cartuchos.
«La munición es lo que más escasea y por eso es tan cara», explica el comprador.
«El 90% de mis clientes son combatientes rebeldes», señala Abu Mohamad. «Lo que más vendo es munición de diferente calibre que es lo que escasea. Cuando los rebeldes toman una base del ejército vienen a mi tienda y me cambian las armas por munición», asegura Abu Mohamad.
Por su parte, el vendedor comparte qué modalidad recurre para abastecerse de armamento: «También compramos armas a los vecinos, hay mucha gente que necesita dinero para alimentar a sus familias». Y agrega: «Antes de la guerra había gente que coleccionaba armas o que las guardó después del servicio militar y como no las van a usar, me las traen para que les dé algo de dinero por ellas».
Aunque el grueso de su clientela son rebeldes, los civiles también suelen acudir a su establecimiento en busca de munición o de armas. «A los civiles sólo les vendo armamento para cazar o pistolas 9 mm. Jamás les vendo armamento de guerra», afirma.
Más de un año después de la batalla de Alepo, la metrópolis del norte de Siria que en una época fue centro económico del país, está ahora dividida en una zona controlada por el régimen y otra en manos de los rebeldes.
Los que no abandonaron la ciudad deben hacer frente no sólo a los combates cotidianos y a la lucha para sobrevivir, sino también a los robos y asaltos de grupos criminales.
«Vengo a comprar una pistola. Viendo los tiempos que corren prefiero estar armado para proteger a mi familia», comenta un hombre de 65 años que acude acompañado de su nieto pequeño.
El armero de Alepo además de comerciante también es artesano y se encarga de arreglar armas. «Siempre me ha gustado reparar armas y fabricarlas. Es una de las pocas cosas que se me dan bien», sentencia con una sonrisa.
Fuente Infobae