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La primera transgresión contra la mujer viene de la palabra

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La primera transgresión contra la mujer viene de la palabra

 

 

La violencia contra la mujer no solo se expresa en golpes, ofensas y cifras mortales, también se fortalece dentro de un sistema de comunicación aprendido de una cultura androcéntrica –dígase machista –que las invisibiliza, las excluye y les resta poder dentro de la sociedad.

 

 
Según el libro “Buen Gobierno Municipal para las mujeres y niñas”, realizado por Amnistía Internacional Venezuela, la violencia hacia las féminas “está profundamente emparentada con las formas y relaciones de comunicación, que obviamente, son relaciones de poder en menor o mayor grado (…)  La violencia de género está presente en el proceso de interacción comunicativa, en el reconocimiento o no del otro. Todo ello, se expresa en el discurso, en la comunicación verbal y las formas no verbales de comunicación”. [1]

 

 
Para Isabel Zerpa, profesora universitaria y directora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), más que hablar de lenguaje género sensitivo, deberíamos hablar de lenguaje “no sexista para referirse a una forma de comunicación inclusiva para mujeres y hombres”.

 

 
Sin embargo, históricamente el lenguaje ha sido dominado por los hombres, y ha sido concebido dentro de un sistema que otorga importancia a las mujeres exclusivamente en dos áreas: la reproducción y el cuidado de la familia.

 

 
Esta situación ha impulsado a las mujeres desde el siglo XVIII a promover ciertas luchas, dentro de ellas la comunicativa, orientadas a eliminar la ofensa, el desplazamiento y la supresión de los demás roles sociales.

 

 
A pesar de que la premisa que priva dentro del lenguaje es el género masculino, él de por sí no es sexista, asegura la experta. Su equilibrio se desvirtúa cuando lo empleamos corrompidos por una cultura que no termina de aceptar la equidad entre la mujer y el hombre.

 

 
Incluso instituciones consagradas dentro del mundo de la palabra son profundamente patriarcales, aunque ya están avanzando hacia la construcción de una sociedad más inclusiva. “Está el caso de la Real Academia Española (RAE) que constantemente se encuentra agregando y cambiando palabras que fueron concebidas desde un principio exclusivamente para los varones”, dijo.

 

 

 

La violencia contra la mujer inicia en el lenguaje

 

 
Las palabras son las primeras muestras de violencia contra la mujer cuando no se emplean de forma correcta. Referirse a algo sin incluir a la mujer o las expresiones femeninas dentro de la conversación es una conducta que automáticamente viola sus derechos fundamentales.

 

 
“Con frecuencia las personas admiten que existe que hay violencia contra la mujer cuando ocurre la experiencia del golpe, del atropello físico. Pero, no nos detenemos a pensar que la primera vulneración viene del área lingüística”.

 

 

También existe otro tipo de lenguaje que exalta la existencia de la mujer de forma errada, ya que las reduce a “objetos sexuales, decorativos, les resta protagonismo o las convierte en seres incapaces”, dijo Zerpa.

 

 
Este tipo de violencia no solo se encuentra en las palabras, también en el lenguaje escrito y gráfico se ha promovido la separación entre ambos géneros, otorgándole superioridad a uno de los dos.

 

 
“Cuando te pones a observar con detenimiento los contenidos de la televisión, de los medios impresos y en Internet, te das cuenta de que aún existe una gran carga discriminatoria contra la mujer, a pesar de todos los esfuerzos que se han realizado para contrarrestar esta realidad”, puntualizó.

 

 

 

¿Es correcto usar los y las?

 
Aunque para algunas personas incluir el género femenino y masculino dentro de su vocabulario, escritos o ambos les resulta molesto y obvio, es el primer paso para lograr la visibilización de la mujer dentro del lenguaje.

 

 
“El uso de “él, la, los, las, ellos y ellas”, no debe tomarse como un capricho lingüístico, más bien representa el camino hacia la consideración no solo de las mujeres, si no de todas las personas”, explicó.

 

 
Cuando hablamos de los ciudadanos, tratando de mencionar a todas las personas que forman un país, estamos dejando de lado la existencia de la mujer. “Mejor que decir ciudadano o ciudadana, debemos usar su equivalente neutral que este caso sería ciudadanía”, recomendó la experta.

 

 
Lo mismo ocurre con los refranes que se han mantenido en el tiempo y se han sembrado en la mente de las personas promoviendo el lenguaje sexista. “Pegas como una niña”, “Los hombres no deben llorar”, “Hombre que se respeta no hace oficio en el hogar”, “Una mujer sin hijos es como un árbol sin frutos”, etc., son sentencias que han sido aceptadas de manera jocosa, pero que esconden una profunda esencia segregacionista.

 

 
Zerpa indicó que el problema reside en que esta forma de hablar es tan común que ya incurrimos en los errores de manera automática y sin que nadie nos corrija o nos haga ver la importancia de expresarnos de una manera menos discriminatoria.

 

 
“Para las personas el lenguaje es como aquel hermano o pareja maltratada, que como siempre está con nosotros nunca estamos pendientes de manejarlo correctamente, lo descuidamos y no le damos la suficiente importancia”, explicó.

 

 

 

Ya otros están luchando por el cambio

 

 
Zerpa manifestó que actualmente se están realizando esfuerzos importantes, pero sin la cobertura ni el alcance que los expertos en lingüística inclusiva quisieran.

 

 

Sin embargo, es justo reconocer los trabajos que se están llevando a cabo en algunos países del mundo. En España, académicos realizan un trabajo importante dentro de la RAE para incluir palabras no sexistas, sin embargo, todavía existe cierto grado de resistencia al cambio.

 

 
En América, específicamente en Costa Rica, Bolivia y otros países del centro y sur del continente, también existen trabajos de gran envergadura orientados a este objetivo. Venezuela no es la excepción, ya que por primera vez en la historia, el país cuenta con una constitución que fue escrita bajo los parámetros de un lenguaje inclusivo y no sexista.

 

 
También se cuenta con varias instancias venezolanas que se han sumado a este esfuerzo, como los diferentes centros de estudio de género que han surgido en varias universidades nacionales, es el caso del Centro de Estudio de la Mujer (CEM), un ente adscrito a la Universidad Central de Venezuela.

 

 
“Lo que hacemos en el CEM es tratar de incentivar la importancia de la igualdad de género en todas las áreas de la sociedad. Impartimos materias que pueden ser vistas por lo estudiantes universitarios relacionadas a estos temas y además estamos dispuestos a organizar talleres para la comunidad”, indicó Zerpa.

 

 

 

Aún queda trabajo

 

 
La especialista aseguró que hay muchas cosas por hacer aún en este terreno, la visibilización de la mujer en materia de lenguaje es una lucha que no ha terminado: “Tenemos que seguir trabajando no solo para darle el puesto que merece a la comunidad femenina, sino también para concienciar a las propias mujeres de que esta forma de discriminación deba acabar”.

 

 
Muchas veces las propias féminas son fomentadoras de un lenguaje prejuicioso y estereotipado contra ellas mismas que han aprendido de generación tras generación. Peor que repetir una conducta equivocada es trasmitirlas a otros, y estas mujeres que no tienen conciencia de la existencia del lenguaje sexista enseñan a sus hijos a usarlo como una forma de comunicación normal.

 

 
Sin embargo, la directora del CEM afirmó que este panorama no es de total responsabilidad de las mujeres: “Los hombres también deben tener cierto grado de compromiso en el uso correcto del lenguaje. Ellos también deben ser educados para no discriminar”.

 

 
El tema de la educación es vital para lograr un cambio hacia un lenguaje más apropiado. En este caso, la coeducación, es decir educar para la corresponsabilidad y para la equidad de género, es necesaria.

 

 
“Desde la educación inicial hasta la superior debe enseñarse la importancia del uso de un tipo de comunicación que no transgreda al otro. En el hogar también es fundamental que se maneje un lenguaje no sexista”, recalcó.

 

 
Zerpa indicó que se debe también incentivar el empoderamiento de la mujer en todos los espacios. “Es necesario que las féminas estén presentes no solo en el campo político de un país, también es necesario que se apropien de otras áreas para que sus derechos sean respetados”.

 

 

 
Finalmente, la docente indicó que el lenguaje no sexista está intrínsecamente relacionado con el respeto y la consideración. Comienza con la necesidad de hacer valer los derechos de la mujer como ser humano, de no reírse del chiste machista que cuenta el otro y, finalmente, de ser multiplicadores de esta necesidad comunicacional que busca más inclusión tanto para mujeres como para hombres.

 

 

 
Por Daniela Damiano (@amnistía)

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