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La escasez convierte a Caracas en la capital mundial de las colas

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La escasez convierte a Caracas en la capital mundial de las colas

l jubilado Nemesio Pérez se convirtió en una especie de superhéroe para sus familiares y amigos. Desde la mañana, muy temprano, recorre las calles de Caracas a bordo de su viejo auto americano. No busca malandros (delincuentes), porque hay tantos en la capital venezolana que ni Superman ni Spiderman, tan odiados por el chavismo, darían abasto. Su objetivo son las colas. Donde ve una, allá estaciona para sumarse a la espera armado de una paciencia a prueba de revoluciones.

 

Realmente Pérez no sabe qué va a encontrar, pero no importa. Coincide con Henrique Capriles, gobernador opositor de Miranda, uno de los estados más importantes del país: «Ahora todo el mundo está en cola para ver qué hay, donde hay colas es porque hay algo».

 

El jubilado compra todos los productos recién llegados y luego los reparte entre su gente al mismo precio que los adquirió. Todo un ejemplo para una sociedad que observa con indignación cómo los precios se disparan a lo largo de la cadena comercial.

 

Venezuela sufre hoy un calvario parecido al histórico Período Especial cubano. Es el país con mayor inflación del mundo, acercándose al 70%, aunque los economistas temen que en 2015 supere el 100%. Servicios básicos como la salud fallan estrepitosamente, con hospitales superados. Ni siquiera funcionan correctamente las secciones oncológicas.

 

La escasez de alimentos y el desabastecimiento de productos básicos tampoco cede ni un milímetro, al contrario. La política del Banco Central de Venezuela se basa en ocultar cifras catastróficas, aunque economistas independientes sostienen que el PBI de este año puede ser de un -4%. El último conocido, el cuarto trimestre de 2013, fue del 1%. En cambio, Colombia, país vecino, crecerá este año un 4,9%.

 

Caracas se empeña en ser la capital de las colas. Ayer, las había de Norte a Sur y de Este a Oeste. En la tienda Daka de Bello Monte se repiten las mismas imágenes desde hace 72 horas: un gentío amontonado a la espera de los electrodomésticos a «precio justo». Por fin se pusieron a la venta, desde lavarropas hasta televisores en lo que parece una remake del famoso «dakazo» de 2013. Los pícaros trabajan a destajo y ofrecen sus puestos a precio de oro: entre 10.000 y 20.000 bolívares. Una cantidad astronómica al cambio oficial (entre 1500 y 3000 dólares), discreta si se tratase del dólar negro o paralelo (entre 80 y 160), pero que a la postre supone entre dos y cuatro salarios mínimos.

 

Hace un año, las rebajas socialistas a la fuerza consiguieron vencer el enojo popular y condujeron al chavismo a la victoria en las elecciones municipales. El Daka de Valencia fue desvalijado a manos de una turba ansiosa por regalarse un aparato nuevo.

 

«Tú vas a los sitios preguntando lo que hay, porque hay muy poco», resume Lourdes Rodríguez, tras comprar leche en la conocida Central Madeirense de la Alameda. Cientos de personas se agolparon tras expandirse el rumor de que por fin estaba a la venta, «una cola de padre y muy señor mío». Dos paquetes por persona, pero una buena compra: también salieron a la venta rollo de cocina, repelente contra los mosquitos entre cientos de casos de dengue y chikungunya, y desinfectante para el suelo. «Ahh, y pañales, dos bolsas por persona», precisa Rodríguez.

 

Colas por todos lados. Como en el Zara del centro comercial El Recreo, casi dos semanas después de ser noticia mundial ante las limitaciones de cinco prendas por cabeza. O como la pequeña farmacia en Santa Mónica, donde ayer carecían de medicamentos para la tensión, contra la dermatitis o para regular el tránsito intestinal, entre otros males.

 

La idea del gobierno es controlar el malestar social a base de dakazos, que estos días recorren toda Venezuela. Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, desvela qué se busca con estas ventas a la desesperada: «¿Vale la pena esperar para comprar? No. Vale la pena adelantar las compras necesarias para cubrirse, porque después costarán mucho más. El dinero ahorrado pierde radicalmente su valor (por culpa de la inflación)».

 

Daniel Lozano

 

LaNacion.com.ar

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