José Gregorio Hernández ya están en los altares de la Iglesia católica tras la canonización que el papa León XIV hizo. El júbilo en Venezuela no cesa, y más por estos días, cuando fieles de todo el país conmemoran este 26 de octubre el 161 aniversario del natalicio de este nuevo santo, conocido como el «Médico de los Pobres».
Hablar o escribir sobre San José Gregorio Hernández significa traspasar el margen de la fe e ir a lo científico. Él dedicó su vida a adorar y servir a Dios a través de sus acciones, curando a los más necesitados. También gozó de una amplia formación académica que lo llevó a estar a la vanguardia científica para la época y a transmitir ese conocimiento a las futuras generaciones de médicos del país.
Además de la amplia cobertura que hicieron en el Santuario de Isnotú, cuna de San José Gregorio Hernández, Foco Informativo preparó un perfil que abarca su vida como creyente, científico y docente de la Universidad Central de Venezuela en este día en que Venezuela entera celebra el nacimiento de este Siervo de Dios.
Su origen y amor por la fe
José Gregorio Hernández Cisneros nació en Isnotú, una pequeña población del estado Trujillo, que luego tendría una repercusión mundial por la grandeza de su hijo predilecto.
La luz del mundo la vio el 26 de octubre de 1864, en una Venezuela gobernada por Juan Crisóstomo Falcón. Sus padres fueron Benigno María Hernández Manzaneda, un comerciante y agricultor de Boconó, y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, natural de Isnotú, quien se encargó de inculcar la fe católica en el futuro santo y sus hermanos.
En el escudriñamiento de la vida de José Gregorio Hernández se encuentran documentos los cuales indican que a él lo antecedió una hermana que murió a los siete meses de nacida. Él nació al poco tiempo y se convirtió en el mayor de cinco hermanos del primer matrimonio. Luego, tras la muerte de su madre en agosto de 1872, su padre se casó nuevamente con María Escalona, quien tendría seis hijos más con el padre de José Gregorio; de ellos, uno sería médico como él y otra monja, según recopila un trabajo publicado por el diario Los Andes.

Su viaje a Caracas y la era de la iluminación
El joven José Gregorio viaja a Caracas en 1878, con casi 14 años, para continuar sus estudios en el Colegio Villegas. Cuando transitaba por sus 17 años recibe el cupo para estudiar en la Universidad Central de Venezuela la carrera de Medicina.
Su permanencia en la UCV lo condujo por un camino donde destacó su dedicación por aprender y sobresalir en su etapa formativa. logrando obtener el título de Médico el 29 de junio de 1888, a los 24 años.
De allí partió a su amado lugar de nacimiento, Isnotú, el pequeño poblado andino donde ejerció con gran mística su profesión hasta el año siguiente, específicamente el 30 de julio de 1889, cuando recibe una beca para continuar su preparación fuera del país.
El gobierno de Venezuela, dirigido por Juan Pablo Rojas Paúl, le otorgó la subvención educativa al Dr. José Gregorio Hernández por recomendación de su profesor Calixto González, y así se fue a preparar a Europa. A finales de 1888, llegó a París, Francia, donde estuvo en varios centros y con los expertos más reconocidos de la medicina francesa, lo cual le permitió obtener conocimientos de alto nivel en materias como:
Microbiología: Amplió sus conocimientos en el laboratorio del profesor Charles Richet.
Histología: Estudió en el laboratorio de Matthias Duval.
Fisiología experimental y Patología experimental: Se formó con el profesor Étienne Jules Marey.
En 1890, llega a Berlín para continuar su etapa de sumar conocimiento y se suma al estudio de Bacteriología en el Instituto de Patología de la capital alemana, detalla el portal de la Universidad Experimental de Los Llanos Occidentales.
Un año después, regresó a Venezuela, con un amplio maletín de proyectos para entregar lo que había aprendido a estudiantes de Medicina por lo que fue el creador de las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología, y fundó el primer Laboratorio de Fisiología Experimental en el país, poniendo a Venezuela en la vanguardia en Latinoamérica de la medicina moderna.
El presidente de la República de la época, Raimundo Ignacio Andueza Palacio, le asignó a Hernández la responsabilidad de adquirir los equipos y materiales para el laboratorio, consolidando así la primera cátedra de Bacteriología en América el 6 de noviembre de 1891.
Acercamiento a la vida religiosa
En el año 1904 se convierte en Miembro fundador de la Academia de Medicina de Venezuela junto a otros insignes compañeros de la UCV.
Tras su consagración como médico y docente en Venezuela, San José Gregorio Hernández aprovechó el nuevo siglo para buscar un acercamiento más íntimo con Dios, sentía el llamado del Todopoderoso Creador por quien sentía le debía darle más que su labor diaria en el campo docente y científico.
En el año 1908 viajó a Italia, específicamente a la Cartuja de Farneta, un monasterio situado al norte de Lucca, Toscana, donde logró su ingreso por el apoyo dado por el Arzobispo de Caracas, monseñor Juan Bautista Castro, su director espiritual, quien un año antes mostró, a través de una carta, al Padre Superior de la Orden, el fervoroso deseo de José Gregorio para integrarse a la vida clerical en ese lugar.
Es necesario precisar que la orden de los Cartujos se caracteriza por llevar una vida muy austera y sus ocupaciones se reducen a la oración, el estudio y el trabajo manual obligatorio.
El 16 de junio de 1908 las puertas del convento se abren para darle acceso al sabio trujillano, y el 29 de agosto se le cambió el nombre por el de «Fray Marcelo», siendo ubicado en la celda “U” de la Cartuja de Farneta, para su nueva vida de oración, silencio y estudio de la palabra de Dios bajo la reflexión.
Pero su estado de salud lo obliga a regresar a Venezuela después de unos meses, según sostiene una publicación de El Pilar Católico.
Sin embargo, este momento de la vida no lo decepciona para sumarse a una dedicación plena a la religión y el ya conocido en Caracas como el «Médico de los Pobres» vuelve a intentar integrarse a la Iglesia, esta vez como seminarista en el Pontificio Colegio Pío Latino Americano en Roma, de nuevo su salud se lo impide y tiene que volver a Venezuela.
Carrera a la santidad
De vuelta a Caracas en el año 1913, y con sus aspiraciones clericales frustradas, José Gregorio continuó con su trabajo de médico y docente en la UCV, afianzando la modernización de la medicina en el país. Su reputación como aquel doctor que no cobraba por ver a los pacientes y que compraba los medicamentos para aplicarlos a quienes los necesitaban crecía cada día más en la capital del país.
En ese período, encontró un nicho cercano a sus deseos religiosos en la Orden Tercera Franciscana, una de las tres ramas de la familia franciscana fundada por San Francisco de Asís para aquellas personas que querían vivir el espíritu de su carisma en el mundo sin abandonar a sus familias o sus ocupaciones. Ya con el corazón tranquilo, José Gregorio Hernández entendió que su servicio a Dios era a través de su profesión.
La tarde del 29 de junio de 1919, el Dr. José Gregorio Hernández salió de una farmacia en el sector La Pastora, en la esquina de Amadores, centro de Caracas, para ver a un niño que acababa de sufrir un accidente. El «Médico de los Pobres» atravesó la carretera sin percatarse de que un vehículo venía en la vía porque un tranvía obstaculizaba su visión del tránsito. El carro lo arrolló, y el golpe en la cabeza terminó con su vida.
A partir de esa tragedia, inició un largo peregrinar que duró más de 75 años, cuando se introdujo la causa de Santidad ante el Vaticano, impulsada por la Arquidiócesis de Caracas y culminó el pasado domingo 19 de octubre con la canonización del Dr. Hernández en la Plaza de la Basilica de San pedro , demostrando una vez más que la ciencia y la fe no son contrarias.

Fotografía original del cortejo fúnebre del Doctor José Gregorio Hernández, publicada por el Nuevo Diario de Caracas, el 30 de junio de 1919 en Caracas, Venezuela.
Su entierro, un acontecimiento de impacto
La noticia del deceso trágico de José Gregorio Hernández fue un impacto para toda la sociedad caraqueña, que sin distingo reconocía sus virtudes profesionales y humanas.
No hubo sector que no sintiera su muerte intempestiva. La Universidad, a la que ayudó a desarrollarse con sus aportes y conocimientos valiosos en el campo científico y su entrega en la formación de nuevos médicos; en la Político porque contar con José Gregorio entre sus ciudadanos era un aval de excelencia para el país; en la Comunidad, que contaba con el médico trujillano como un aliado para aliviar sus dolencias físicas acompañadas de un trato misericordioso; en el sector Científico porque siempre estaba dispuesto a fomentar el desarrollo del conocimiento en el campo de la medicina; y en la Iglesia por ser un defensor de la fe y el amor por el prójimo, la máxima enseñanza que dejó Jesucristo entre los creyentes.
Miembros de estos sectores estuvieron presentes en la despedida del eminente Dr. José Gregorio Hernández.
Sus exequias se cumplieron al día siguiente de su muerte y de manera espontánea el público se sumó a la despedida de aquel gran hombre, que la Iglesia logró consagrar por sus virtudes de sanación milagrosa.
El velatorio no podía ser otro lugar que la sede de la Facultad de Medicina de la UCV y en el traslado de su casa de estudios hasta la Santa Iglesia Metropolitana la calle estuvo completamente llena de personas que de una u otra manera sintieron que debían darle su adiós.
El presidente de Venezuela, El Benemérito Juan Vicente Gómez, quien se contaba entre sus amigos, mostró su profundo pesar al recibir la noticia de su fallecimiento. No asistió al funeral porque se encontraba en la ciudad de Maracay, pero envió una comitiva oficial encabezada por el ministro de Instrucción Pública, doctor Rafael González Rincones, y otros ministros de su gabinete, para dar el adiós que se merecía por su acción en pro de la patria. Además, se dispuso el duelo nacional que regía en todas las facultades de estudios superiores del país.
Por la parte académica estuvieron los doctores Luis Razetti y Santos Aníbal Dominici quienes fueron muy cercanos y conocían a Hernández más allá de su trato profesional, eran grandes amigos.
Y por supuesto una gran cantidad de personas que llenaron las naves de la Iglesia caraqueña durante la misa de cuerpo presente.
Desde ese día se cimentó una profunda devoción popular por su intercesión divina en la cura de los males corporales, los cuales a 106 años de su muerte ha sido retribuida por la Iglesia Católica dándola la cualidad de Santo.











