Dice el viejo —y sabio— adagio popular que lo único que tenemos seguro es la muerte. Cumplir sus ritos, en Venezuela, implica desembolsar, como mínimo, dos salarios mínimos (8.500 bolívares), y hasta cuatro cuando se requieren servicios adicionales a los establecidos en la ley.
El vicepresidente de la Asociación de Profesionales de la Industria Funeraria (Asoproinfu), Rafael Aranguibel, es quien hace la estimación del costo básico, pero agrega que ese importe “depende de cada establecimiento que lo presta”.
La ley para la Regulación y Control de la Prestación de los Servicios Funerarios y Cementerios contempla, en su articulo 35, qué ítems debe incluir un servicio funerario básico. El ‘paquete’ incluye “la preservación del cuerpo, asesoría en relación con las diligencias de ley, sala de velación y cafetería, un ataúd tipo Latouche, los traslados del cadáver, carro de acompañamiento y los utensilios de la velación si no es en capilla”.
Los traslados son, como explica Aranguibel, del sitio de fallecimiento a la funeraria y de allí al cementerio. “Eso se hace en vehículos especiales, en el caso de la funeraria que yo dirijo cuento con carros de lujo que tienen un costo mayor”, dice.
De esos servicios podría discriminarse el costo del ataúd, del tipo Latouche —el más sencillo, metálico, sin adornos— en Bs. 6.000, la preparación del cuerpo entre Bs. 500 y Bs. 800, la asesoría en relación con las diligencias de ley en igual rango, y el restante de los Bs. 12 mil entre transporte, capilla y cafetería, más impuesto.
Yuleidys García, quien administra una funeraria más modesta, sostiene que con ese monto no se hace nada. “Ahorita un servicio pedido en puerta, cuesta unos Bs. 14.000. El año pasado se prestaba por Bs. 8.000, pero los servicios conexos se han duplicado, sobre todo el área de fletes, avisos de prensa, flores, y cafetería”, asegura.
Al costo del rito de la velación del cuerpo se suma el de las bóvedas en el cementerio. “En el San Sebastián, una parcela cuesta Bs. 18.000, un nicho Bs. 9.500, e inhumar en fosas comunes tiene un costo de Bs. 321, que muchas veces es subsidiado por la Alcaldía de Maracaibo”, acota Aranguibel.
La escasez nacional también ha afectado el servicio funerario tocando un elemento insólito: los féretros. “No hay producción de láminas de latón, materia prima principal de las urnas. La capacidad instalada de las compañías fabricantes no está operando a su máxima capacidad”, añade.
Le sale al paso García. “Mi proveedor me dijo: ‘compra si te ofrecen porque no hay’. Ahora, no se me ha dado el caso de tener, por ejemplo, tres cuerpos esperando para velorio y tener solo una urna”.
Un propietario de una funeraria, que no quiso identificarse, considera que el problema no es de costos, sino de poder adquisitivo. “¿Cómo hace un obrero que gane sueldo mínimo y que le sobrevenga una necesidad de enterrar un familiar, si solo la urna supera los Bs. 6 mil?”, se pregunta en su pequeño negocio que hace velorios en las viviendas.
Lo más sorprendente de los costos funerarios tiene que ver con los féretros de madera. Un ataúd de lujo “puede superar los Bs. 65 mil, y hay gente que los compra”, dice el mismo empresario.
María Alejandra Carrión, una ama de casa de la parroquia Cacique Mara, considera que “a veces el presupuesto no alcanza. Si uno no puede tener, en la mayoría de los casos, un seguro de salud, cómo va a pensar en uno funerario”, reflexiona.
Si se pretende optar por la cremación, procedimiento alterno al entierro del cuerpo, su costo está entre Bs. 6.000 y Bs. 8.000. El artículo 37 de la ley emplaza a los consejos comunales a organizarse en cuanto a la previsión. “Ahora hay más conciencia”, dice el funerario anónimo.
Ángel Mendoza Zabala
