logo azul

Esposa de submarinista del ARA San Juan: “Mi esposo no fue a la guerra”

Categorías

Opiniones

Esposa de submarinista del ARA San Juan: “Mi esposo no fue a la guerra”

 

Una sola vista al  tuiter de Jésica Gopar lleva a un mundo de inmenso dolor después de la tragedia que llegó a su vida el pasado 15 de noviembre de 2017, con la desaparición del submarino ARA San Juan.  Allí viajaba su esposo, Fernando Santilli. Hoy Jésica Gopar intenta reanudar su vida, aferrada a su pequeño de un año.

 

El destino de la argentina de 35 años quedó inevitablemente anclado al ARA San Juan y al 15 de noviembre, cuando la Armada del país sureño perdió todo contacto con el submarino y su tripulación, 44 personas en total. Desde ese entonces es poco lo que se sabe con certeza y muchas las incógnitas y versiones que circulan entre los afectados.

 

Hasta el momento la dinámica de Gopar ha quedado ceñida a cifras: 4 meses desde la desaparición, cuatro llamadas de la Armada argentina, 44 personas desaparecidas, una explosión, 4.9 millones de dólares de recompensa para quien pueda aportar información sobre el paradero del submarino, 66 niños huérfanos, seis meses para declarar el fallecimiento oficial de los submarinistas, 15 años de unión con Fernando, una familia de tres reducida a dos, dos salidas de su casa, ninguna respuesta oficial.

 

A la distancia su voz es calma, se centra en los pormenores que invaden su día a día. Es sola con su pequeño, su familia no vive cerca y no puede disponer de ellos con la recurrencia que quisiera. Es ama de casa y le angustia su destino después del sexto mes de la desaparición, cuando oficialmente su esposo pase de desaparecido a fallecido y sus ingresos regulares se vean afectados por esta decisión. Ya no cobraría el salario regular, sino la pensión a la que le descontarían las bonificaciones.

 

Le enerva la poca disposición de parte del gobierno a aclarar los hechos y las pocas muestras de solidaridad para con las víctimas. Está convencida que la Armada sabe qué ocurrió realmente al interior del submarino que partió de Ushuaia, el lunes 13 de noviembre, con la intención de llegar a Mar del Plata. Sin embargo, no lo quiere informar, según su percepción. La última comunicación se produjo a 240 millas (unos 430 km) del Golfo San Jorge.

 

Al momento de esta entrevista Mauricio Macri se encontraba a pocos kilómetros de ella, en Mar de Plata. “Me sorprende su capacidad a vacacionar, creo que están dejando pasar el tiempo, los seis meses de la ley del mar. Hace poco dijo que el mar era muy grande y el submarino muy pequeño, como dando por descartada la posibilidad de encontrarlo”, asegura la mujer, al mismo tiempo que comenta que no estuvo entre los familiares que se reunieron con el primer mandatario en la Casa Rosada.

 

Ella solo tiene una experiencia, la vivida al lado de su esposo a lo largo de los nueve años que fue submarinista, actividad que Santilli amó con gran pasión y a la que nunca temió. Siempre zarpó confiado en que regresaría, al parecer de Gopar, ya que él “tenía un hijo de 15 meses, que logró verlo solo con 11 meses, si hubiera sospechado que algo ocurriría no se habría embarcado. Teníamos previsto celebrar su cumpleaños a su regreso”.

 

En ese mismo tiempo, la mujer también fue testigo de la precaria asistencia que tenían los submarinistas. En más de una ocasión debió remendar los trajes de Fernando, lo vio con zapatos roídos, regresar con anterioridad de una misión porque se quedaron sin papel sanitario en la travesía y también navegar con pérdidas de aceite. “Pasaban dos o tres años para una nueva moda de uniforme, recién este año le mandaron uno nuevo, que no sé si le dio tiempo de estrenar”.
Ante el ofrecimiento de recompensa por parte del gobierno argentino, Gopar no se muestra sorprendida. “Esto sucede cuando nuestras fuerzas armadas no están equipadas con las tecnologías que pueden tener otro país, otro barco o la propia empresa privada. Nunca se hizo inversiones en los buques de las Fuerzas Armadas, no solo submarino, equipamiento de los tripulantes. Imagínate cuánto significaría renovar torpedos, realizar un mantenimiento más específico. Es una inversión en dólares muy alta. Esto pasaba solo que no se sabía hasta que tuvo que pasar esta tragedia”.

 

 

Reconoce que antes de este hecho su presencia no era recurrente en las redes sociales, ahora le sirven de catarsis, para mostrar su dolor y agradecer la solidaridad de miles de anónimos, que a través de su ventana pueden si acaso vislumbrar un fallecimiento sorpresivo y sin pistas.

 

Hace poco pedía colaboración y el apoyo para la esposa de una de las víctimas de la nave. A la mujer le habían robado el teléfono celular, donde estaban las últimas fotografías de su pareja con sus hijos y algunos mensajes de voz, joyas invaluables ante la desfachatez del destino  El aparato fue recuperado.
“La Armada nos ha hecho a un costado a la familia, en todos los sentidos. Es como empujarte a la vista y luego te dicen ‘ahora tienes que salvarte’. Estamos sobreviviendo, nadie nos ayuda con los trámites, lo tenemos que hacer nosotros. Hemos recibido el apoyo de la gente común, de la gente que ha hecho empatía, de las altas autoridades nada”, dice ya con la resignación marcada en su voz.

 

Al mismo tiempo que se muestra sorprendida por la colaboración y el interés que han despertado en aquellos cuyas vidas aparentemente no resultaron afectadas por este siniestro marítimo, pero que están dispuestos a ofrecerse para recuperar unos mensajes de voz y las fotografías de alguien que ni siquiera conoció.

 

“A través de las redes he recibido mucho apoyo, mucho cariño y cuando puedo ayudar al otro lo hago. Cuando ayudo a los demás me olvido que mi esposo también está en el submarino, trato de no ser egoísta, pensar en el otro, porque el otro ha pensado mucho en mí. Me han dado la oportunidad de poder resolver inconvenientes. Yo estoy también para servir a las que hemos quedado desamparadas”, dice la mujer mientras trata de recuperar la calma demostrada al principio de la conversación, pero en este punto ya es más complejo.

 

Y, precisamente, a través de las redes se ha conectado con otros que al igual que ella han experimentado muertes sorpresivas de seres queridos, que “han perdido hijos, esposos, todos me dicen lo mismo. Uno cree que es a uno al que le suceden cosas inesperadas y difíciles, pero cuando comienzas a leer te das cuenta que hay otros y creo que también voy a poder con el tiempo”.

 

Por lo momentos, usa las redes para drenar, para descubrir nuevos sentimientos ante la trágica situación que le tocó vivir de improvisto, justo cuando comenzaba a disfrutar de una familia de tres personas.

 

Hoy, al igual que los otros familiares del ARA San Juan, desea respuestas claras y precisas, que borren cualquier incertidumbre, y un lugar a donde llevar una flor, a donde perpetuar un recuerdo.

 

“Uno cree que cuando escribe lo dice todo, he descubierto, va saliendo un sentimiento que a lo mejor antes no tenía. He tenido momentos de pena, oscuridad, como momentos de pequeña luz, no todos saben lo que ha sucedido, lo que vivimos el día a día”, asegura Jésica mientras se aferra a Estéfano como motivo de vida y de futuro.

 
Panorama.com.ve

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.