El vacío

Mutatis Mutandis

 

Los estallidos de ira popular de estos meses guardan relación con la total inexistencia de iniciativas y creatividad que en ocasiones se registra en las filas de la Oposición

 

C ómo plantarle cara a la crisis nacional en los momentos no electorales, que son los mayoritarios. Cuál es la gimnasia, la estrategia, el proceder agitador frente al gobierno de Maduro. La identidad de la Oposición frente al país en los momentos en los cuales no toca imprimir afiches. Ahí está lo fundamental que tiene la MUD en cuanto a materias pendientes.

 

En alguna otra ocasión ha tocado comentarlo: los modales electorales tienen unos elementos festivos y unas demandas estratégicas formales que le colocan puntos ciegos a la comprensión que debe tener la ciudadanía sobre la gravedad de la crisis. Durante la campaña de 2012, el Comando opositor, por ejemplo, declinó deliberadamente explotar el tema del desborde delictivo, el más grave de todos los problemas nacionales de este tiempo, como un elemento diferenciador de campaña.

 

Se suponía que el tema «no subía cerro», que las mayorías se habían habituado al problema. Que el venezolano promedio exculpaba a Hugo Chávez del fenómeno.

 

La Unidad se reúne, acuerda, convoca a elecciones primarias, organiza unos recorridos y coloca unas tarjetas a disposición de la ciudadanía cuando toca ir a votar. Cuando las elecciones se consuman, la Unidad se fragmenta, y en ocasiones, casi desaparece.

 

La Oposición regresa a su actual estado desarticulado e irregular. Los terribles efectos de la descomposición nacional son comentados de forma muy ocasional por la Mesa. Algunos sectores de la Oposición tienen frente al drama nacional una aproximación bastante contemplativa. Hay sectores de la Oposición sin hambre de gol. Sin ansias de protagonismo: más bien con vocación de testigo.

 

Sobre los casos de corrupción del PSUV, el naufragio de Cadivi y las enormes oportunidades políticas que traen consigo los contenidos de la carta de Jorge Giordani, la MUD ha decidido no hacer absolutamente nada. La MUD aparece de manera eventual para hacer algunas consideraciones jurídicas sobre la politización de la justicia, y poco más. Sus partidos reaccionan individualmente, quizás no de forma muy eficiente, pero sí con alguna continuidad.

 

Ese es el problema: cómo llenar el vacío. En lugar de asumir la gravedad del problema político de Venezuela, que después de todo es el más profundo que tiene lugar en nuestras tierras en unas cuantas décadas, y obrar en consecuencia, con una política decidida frente a la crisis, la MUD ha decidido automutilar sus atribuciones, sustraerse del debate público, abandonar a la ciudadanía, y convertir a esa instancia en una especie de oficina técnica para apuntar proyectos de buen gobierno. Una instancia de apoyo, pues, un escritorio para redactar informes y que nos pongamos de acuerdo.

 

Habían anunciado los mandos dirigentes de la MUD un trabajo de reingeniería de la coalición opositora a principios de este año, con el confesado objetivo de hacer más funcionales y flexibles sus estructuras, mejorar su eficacia entre las masas y el impacto comunicacional de sus posiciones. ¿Qué ha pasado con eso?

 

Lo cierto es que, en este momento, el chavismo atraviesa la que sin dudas es la crisis interna y de gestión de gobierno más grave desde su fundación. Ya no puede disimular sus máculas: la corrupción general de todas sus instancias, la erosión de su popularidad y la terrible decadencia de su liderazgo. Toda la nación permanece secuestrada en sus confines.

 

Se aproximan, con toda seguridad, nuevas situaciones en Venezuela. Estamos montados sobre la endiablada cocción de una crisis económica y la política en estos casos no acepta vacíos. Nuevas citas electorales harán su aparición: ojalá pueda producirse el engarce necesario entre la ansiedad de las mayorías nacionales y una auténtica propuesta política de la Oposición Democrática. Una política que interprete en su complejidad el dramático foso en el está metida la nación.

 

Los estallidos de ira popular de los meses anteriores, y eso deberían saberlo en la Mesa, guardan mucha relación con la total inexistencia de iniciativas y creatividad que en ocasiones se registra en las filas de la Oposición. Esa decisión inexplicable de convertir a la Mesa en una instancia administrativa y no en un epicentro de políticas. Son cosas que deberían ser discutidas, reflexionadas con humildad, con el objeto de tomar nota e incorporar correctivos.

 

Porque luego de concretar la gesta del vacío, cuando la gente se moleste, algunos dirigentes políticos saldrán a regañar a los demás y a llamar «antipolítica» a su propio déficit de ofertas públicas.

 

Alonso Moleiro

Editorial de Tal Cual

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