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El gobierno británico amenaza con pedir el «no» a la UE si rechaza sus reformas

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El gobierno británico amenaza con pedir el «no» a la UE si rechaza sus reformas

El recién estrenado Gobierno conservador del Reino Unido juega fuerte en el arranque de su negociación con la Unión Europea de cara al referéndum sobre la continuidad del país en el Club de los 28. El ministro de Exteriores, Philip Hammond, ha amenazado esta mañana en la BBC con que los tories pedirán que se vote «no» a la UE en la consulta si los socios europeos no aceptan sus demandas. Aunque Cameron todavía no ha sido muy concreto a la hora de explicar qué es lo que quiere exactamente, las exigencias inglesas pasan por endurecer las condiciones de los inmigrantes comunitarios en Reino Unido y dejar al país fuera de una mayor integración europea.

 

 

En paralelo a la amenaza de su ministro de Exteriores, David Cameron inicia este jueves una ronda diplomática por cuatro capitales europeas, que arranca con una comida esta noche en La Haya y cena en París con Hollande. Pero el plato fuerte llegará mañana viernes. Primero visitará Polonia, país muy reticente a la idea de Cameron de dejar fuera de las ayudas sociales a los inmigrantes comunitarios durante sus primeros cuatro años en el país. Y por la tarde se verá con Merkel, la líder de facto de la UE y mandataría de su primera potencia económica. Los encuentros con Hollande y la canciller alemana tienen un morbo añadido después de que haya trascendido que el pasado fin de semana ambos pactaron ahondar en la Unión Europea, a modo de respuesta a las pretensiones de Cameron, que pide justamente lo contrario.

 

 

Philip Hammond no descarta que la votación del referéndum se lleve a cabo en el verano del próximo año, o en el invierno del 2016. El mundo de la empresa y el propio Gobierno quieren ir rápido, porque la incertidumbre puede castigar a la economía y a las inversiones. El proyecto de ley del referéndum, que ha llegado hoy a la Cámara, incluye la pregunta de la consulta: «¿Debe el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?». El modo en que se ha redactado resulta revelador, porque hace que la respuesta pro europea sea la del «sí». Sería un modo sutil de favorecer a esa opción, porque siempre es más fácil ganar una campaña en afirmativo que en negativo. El tope para la consulta es diciembre de 2017.

 

 

El ministro de Exteriores ha sido bastante amenazante en sus exigencias a sus socios: «Nosotros tenemos una serie clara de exigencias. El primer ministro es muy claro en su negociación con sus socios europeos, y si no se atiende a esas grandes aéreas de preocupación del pueblo británico no ganaremos el referéndum. Esperamos que nuestros socios acepten una oferta que permita pensar al pueblo británico que su futuro será mejor si permanecen en la UE».

 

 

El jefe de la diplomacia británica desveló también que ha consultado a sus asesores jurídicos y según ellos las exigencias inglesas obligarán acambiar los tratados europeos para ser cumplidas. Pero Merkel y Hollande ya han dado a entender que no pasarán por ahí. En realidad en toda esta partida hay mucho de política doméstica y de sentimentalismo nacionalista. Cameron tiene que hacer gestos euroescépticos para atender a sus diputados contrarios a la UE, un núcleo duro y endémico en su partido. Además el temor a la crecida del eurófobo UKIP, que pescaba en los caladeros electorales tories, lo llevó a marcar más la impronta reticente con Bruselas y con la inmigración. Al final UKIP fue frenado, pues se quedó en un solo diputado. Pero Cameron es rehén de su bancada euroescéptica y de sus promesas electorales, cuando en realidad en su fuero interno desea que el país siga en la UE, y es lo que pedirá a poco que logre unas concesiones que le permitan vender ante los británicos que ha ganado.

 

 

El aspecto nacionalista del debate atiende a que parte del rechazo de muchos ingleses a la UE atiende a que creen que Bruselas merma su soberanía. Rascando un poco, lo que afloran son viejas morriñas imperiales, de cuando el Reino Unido era una potencia que ya no es, que podía caminar sola por el mundo con gran éxito.

 

 

Cameron tiene que concretar más qué es lo que demanda, pues se ha lanzado a negociar solo con las grandes líneas. Lo que se sabe por ahora es que quiere que los inmigrantes comunitarios en el Reino Unido tarden cuatro años en acceder a las ayudas sociales y puedan ser expulsados en seis meses si no encuentran trabajo; quiere que su país quede fuera de todo paso a una mayor integración de la UE y no se vea concernido por decisiones tomadas para la zona euro; pedirá garantías para el buen futuro de la City y demandará que los Parlamentos nacionales tengan más capacidad para vetar las decisiones de la Comisión Europea.

 

 

En el horizonte se abren tres posibilidades: un Reino Unido que se queda dentro de una UE reformada a su gusto, que es lo que demanda el empresariado y la banca británica; un Reino Unido que se va, pero que mantiene acuerdos económicos que le permiten disfrutar de las ventajas de la Unión, como Suiza y Noruega; o una ruptura total, buscando un nuevo planteamiento global, volcando su comercio a Asia, los emergentes y los países de la Commonwealth, aventura que sería compleja y muy cara en su arranque, porque a día de hoy el grueso de su negocio está en su más o menos denostada Europa.

 

Fuente: ABC 

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