Editorial de El Nacional:¿Vuelta a clases?

Editorial de El Nacional:¿Vuelta a clases?

Estamos a una semana del regreso a las aulas en cumplimiento del programa oficial anunciado por el Ministerio de Educación. Desde este lunes lo hizo el personal administrativo y obreros de los planteles. Entre 1 millón y 3 millones de niños y jóvenes en edad de escolarización, las cifras varían según las fuentes ante la carencia de la memoria del ente rector, que dejó de hacer desde hace diez años, se dedicarán a otras cosas por diversas razones, una entre ellas es ayudar al núcleo familiar a subsistir con trabajos precarios. Ese es otro drama del país, que oscurece el futuro.

El ministro Héctor Rodríguez, que dejó hace poco más de un año la Gobernación de Miranda para encargarse del despacho de educación, anunció un despliegue —el país vive de una campaña tras otra— para buscar a niños, adolescentes y jóvenes y llevarlos a las aulas. Loable propósito que no resuelve cómo hacer para mantenerlos en la escuela. Los expertos en el tema educativo, cuyas voces no se sabe si son escuchadas por las autoridades, advierten que hay que trabajar en las causas estructurales.

Una de las causas estructurales es la pobreza en la que se encuentra más de la mitad de la población. Adolescentes y jóvenes se requieren en el hogar para ayudar a sostenerlo, produciendo recursos o encargándose del cuidado de personas mayores de la familia. A los docentes les pasa otro tanto. La miseria que reciben como compensación por su trabajo no es un incentivo para seguir educando. Muchos se han ido del país, otros han cambiado de oficio o profesión. La consecuencia es una calidad educativa por los suelos, con horarios incompletos, personal profesoral sin las herramientas indispensables.

La evaluación de los que asisten a la escuela, un poco más de 70% de los que deberían ir, es penosa, de acuerdo, incluso, a consultas hechas por el propio Ministerio de Educación. Pruebas realizadas por centros de investigación privados indican, entre otros hallazgos, que 7 de cada 10 estudiantes de sexto grado están por debajo de los niveles básicos de conocimiento y comprensión. En matemáticas, por ejemplo, la nota promedio es 7,51 sobre 20.

Pero, además, habría que preguntarse si las autoridades educativas tienen los pies en la tierra y entienden hacia dónde se debe ir en la formación de la niñez y juventud venezolana. En el reciente Congreso Pedagógico de maestras y maestros bolivarianos  —¿no es esto ya un signo de exclusión?— se sostuvo que “la descolonización y la identidad son la prioridad del sistema educativo”. ¿En verdad será la ausencia de esos conceptos lo que hace que a los estudiantes les cueste leer, y aún más comprender lo que leen, que estén preparados para resolver problemas matemáticos que de acuerdo con su edad y grado de escolaridad deberían resolver con los ojos cerrados?

Hay, por fortuna, otras visiones en el campo educacional, que nada les costaría oír a los jerarcas oficiales. Visiones que plantean una alianza entre el Estado, los centros educativos y las familias para sacar del marasmo la formación de los muchachos, con menos consignas y más realidad.

El sacerdote Jesús Orbegozo, rector del programa universitario de Fe y Alegría, plantea cinco ejes para rescatar la educación venezolana: currículos alineados con las necesidades del mercado laboral, para promover competencias digitales, pensamiento crítico y habilidades sociales; fortalecer un programa de pasantías para la adquisición de experiencia práctica y mejorar el empleo juvenil; impulsar modelos de formación en el trabajo; invertir en infraestructura tecnológica y laboratorios modernos; y capacitar, dignificar y brindar estabilidad laboral a los docentes, reconociendo su papel estratégico en la transformación educativa y social. ¿Se le escuchará?

Los docentes en Venezuela trabajan como mototaxistas, taxistas, reposteros, panaderos o vendedores ambulantes para conseguir dinero extra.

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