Editorial de El Nacional: Emergencia en la emergencia

Editorial de El Nacional: Emergencia en la emergencia

Es una terrible noticia que el Programa Mundial de Alimentación reduzca su cobertura en Venezuela. La seguridad alimentaria en nuestro país es en verdad inseguridad alimentaria. Los datos de la Encovi 2024, recabados hasta mediados del año pasado, describen una vulnerabilidad entre leve y moderada que afecta, al menos, a 50% de los hogares. El informe 2024-2025 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, conocida por las siglas FAO, ubica a Venezuela entre los países con mayor inflación en alimentos, al lado de Sudán y Zimbabue. La volatilidad económica de un país de tantos achaques atenta contra las pequeñas mejoras que en algún momento de 2024 se registraron.

El Programa Mundial de Alimentación está afectado por la reducción global de los fondos destinados a ayuda humanitaria. El programa se inició en Venezuela en 2021 y se desplegó en 11 estados. 2 años después logró atender a 692.000 personas, su meta para finales de este año era llegar a más de 1 millón de personas. Esa meta no se podrá cumplir.

Las principales poblaciones beneficiadas por el programa son niños y personal escolar, incluso en lugares remotos, así como personas con discapacidad que asisten a escuelas de educación especial. Por la carencia de fondos, el suministro de comidas escolares dejará de funcionar en los estados Trujillo, Barinas, Yaracuy, Monagas y Anzoátegui. La dotación alimentaria de las escuelas públicas opera también como un incentivo para la asistencia a las aulas.

La Encovi 2024 apuntaba que la crisis humanitaria en Venezuela se focalizaba en regiones y estratos sociales; sin embargo, advertía que la situación general de la población “puede volver a deteriorarse por las condiciones políticas institucionales y sus consecuencias socioeconómicas”, sobre lo cual no hay ningún indicio de mejora en lo que va de 2025. Pero, además, se sumó ese imprevisible recorte de la ayuda humanitaria, básicamente a partir de que la administración de Donald Trump suspendiera las actividades de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), lo que ha dejado a las agencias de asistencia sin  fondos para, al menos, contener las crisis humanitarias en varias partes del mundo.

La fragilidad es el signo más evidente de la situación económica y social del país, que se evidencia una vez más ante una noticia como la comentada, que dispara las alarmas en las familias y en las organizaciones cívicas que suplen las carencias del Estado.

El 19 de agosto se conmemoró el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, proclamado por Naciones Unidas en 2008. Parece una ironía pero, a la vez, debe obligar a las naciones a hacer que esa proclama adquiera toda la fuerza que exige la situación de un mundo global con millones de personas que se van dejando atrás.

 

Editorial de El Nacional

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