María Corina Machado lo dice con sus palabras: “Este inmenso reconocimiento a la lucha de todos los venezolanos es un impulso para concluir nuestra tarea: conquistar la libertad”.
El Nobel de la Paz 2025 es un premio a esa lucha -compleja, dolorosa y muchas veces incomprendida, librada desde hace más de un cuarto de siglo- y a la valentía, el coraje y el liderazgo de María Corina Machado, que inyectó de ánimo y esperanza al “bravo pueblo” para lograr una victoria épica, contundente y extraordinaria el 28 de julio de 2024, sumando voto sobre voto y acta sobre acta, sin un tiro, sin un arma, contra un régimen marcado por la violencia, que desprecia cada día la soberanía popular.
Es un reconocimiento mundial a la causa de la democracia; en principio, a la lucha de los venezolanos por recuperar la libertad y el respeto a las instituciones que se han dado y han sido sepultadas; en el fondo, al anhelo democrático que hoy luce arrinconado en tantas partes de este mundo global y enojado.
Es un premio para los presos políticos, para los defensores de los derechos humanos, para el periodismo -medios y reporteros- que se rebela contra el silencio que impone el poder, para todos los millones de venezolanos en el exilio, para sus familias en el país que solo los escuchan y los ven desde sus celulares. Para todos los venezolanos que quieren, a flor de piel o muy para sus adentros, vivir tan solo en un país normal, de trabajo, de escuelas llenas de niños, de hospitales habilitados para atender cualquier emergencia, donde cada quien pueda pensar, reír y amar como quiera sin ninguna consecuencia.
Ha sido, la venezolana, una lucha incomprendida, como dijimos. En ocasiones, por errores propios muy costosos. Y, muchas veces, más de la cuenta, porque se entromete el sesgo ideológico. Si los que mandan son de izquierda, revolucionaria y antiimperialista, quienes se les oponen, son lo contrario: derecha, enemiga de los cambios, entregada a intereses foráneos. Esa ha sido la prédica desde los tiempos de Hugo Chávez y desde hace más de una década, espantosa década, de Nicolás Maduro y las franquicias ilícitas de diverso tipo que lo sostienen. Habría que recordar que los líderes de izquierda, los de peso histórico, por obra y trayectoria, advirtieron desde el principio el peligro autoritario de la camada que se hizo con el poder, por las buenas, a fines del pasado.
Después, gobernaron por las malas. Siempre con la amenaza de volver a usar las armas, como lo hicieron el 4F, sobre las cabezas y vidas de los venezolanos, de cualquier color y de cualquier pensamiento. Y ahora se niegan a abandonar el poder que perdieron en elecciones legítimas, a pesar de todo el descarado ventajismo que tuvieron. Son, ahora mismo, los únicos responsables de colocar al país en una situación de alto y peligroso riesgo.
La lucha democrática es pacífica. Está, sin ir más atrás, expresada en las urnas del 28J. La tarea de conquistar la libertad es entorpecida por un régimen ciego y sediento de poder. El mundo le reclama, con el júbilo del Nobel de la Paz, que recapaciten y que le abran las puertas a la transición democrática. La conducirá una líder, María Corina Machado, con sobrada entereza y con capacidad y entrega para sanar las heridas.
Editorial de El Nacional