Editorial de ABC.es: Gaza, el día después

Editorial de ABC.es: Gaza, el día después

Para las democracias occidentales, para los países musulmanes y para los propios gazatíes, es mejor un futuro sin Hamás y con un Israel seguro

Si la masacre cometida por Hamás el 7 de octubre de 2023 no justifica la desmesura de la respuesta militar israelí, tampoco puede ser ignorada como detonante de la tragedia en Gaza, que puede afrontar su tramo final si los terroristas palestinos aceptan el plan de paz propuesto por Donald Trump. Los asaltos criminales de Hamás a las poblaciones judías adyacentes a la franja de Gaza hicieron aún más nítida la naturaleza terrorista de sus autores, teledirigidos por el régimen teocrático de Irán y cuyo propósito histórico es la eliminación del Estado de Israel. Además, aquellos atentados salvajes lograron frenar la culminación de los Acuerdos de Abraham para el reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudí. Estos pactos habrían aislado a Hamás en el contexto musulmán y señalado explícitamente su condición de marioneta de Teherán. En el objetivo de destruir a Israel, Hamás no ha ahorrado ningún sufrimiento a la población gazatí, utilizada groseramente como escudo humano y sometida a privaciones de todo tipo, también de libertades, mientras los terroristas destinaban ingentes cantidades de dinero a construir infraestructuras subterráneas de cientos de kilómetros y a adquirir y acumular armamento de guerra. No perder de vista qué es y qué representa Hamás es esencial para entender la situación actual. En efecto, la respuesta israelí es desproporcionada, más allá de que sean más o menos ciertas las cifras de víctimas civiles facilitadas por la propia organización terrorista. El nivel de devastación de las ciudades gazatíes, los desplazamientos forzosos de su población y el número de muertes de civiles han socavado la legitimidad de la ofensiva militar de Israel, además de quedar sometida a la justicia internacional, por la comisión de posibles crímenes de guerra y genocidio.

Sin embargo, llegará el día del fin del conflicto y la comunidad internacional tendrá que participar en el desarrollo de la paz, que tiene como condición imprescindible el desarme de Hamás y su desaparición del gobierno de Gaza. Para las democracias occidentales, para los países musulmanes y para los propios gazatíes, es mejor un futuro sin Hamás y con un Israel seguro. Sería intolerable que todo el sufrimiento acumulado hasta ahora no diera paso a una solución definitiva. La sociedad israelí quiere la vuelta de los secuestrados, estén vivos o muertos, y el fin de las operaciones militares. El mundo musulmán no quiere, mayoritariamente, la perpetuación de Hamás, como se ha demostrado con la escasa solidaridad que ha mostrado con los palestinos. Gaza ha estado demasiado tiempo secuestrada por Hamás. Y Netanyahu habrá de asumir que la guerra no será una coartada indefinida para eludir sus responsabilidades políticas y judiciales. Es ingenuo pensar que la mera aceptación por Hamás del plan de paz propuesto por Trump abrirá inmediatamente un período pacífico. Las dosis de odio y resentimiento son muy altas en ambas partes, pero lo importante es iniciar ese proceso de pacificación con la entrega de los rehenes a Israel, el desarme de Hamás y la retirada de las tropas israelíes, a cambio de que el control de Gaza pase a manos internacionales, que, sin infantilismos ni voluntarismos, tengan verdadera voluntad de imponer el mantenimiento de la paz. Ese será el momento para saber quiénes han mantenido posiciones constructivas durante estos años de guerra devastadora, lo que les permitirá participar en la paz, y quiénes han aprovechado la tragedia para dar rienda suelta a sus prejuicios antisemitas, paralelos a sus simpatías por el terrorismo de Hamás. Será el momento de saber si los que claman contra la violencia israelí aceptarán una paz sin Hamás.

 

Editorial de ABC.es

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