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Caracas, la sultana destronada

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Caracas, la sultana destronada


 
 
Queda poco de la majestuosidad que hizo a la capital de Venezuela famosa. Durante muchos años fue la envidia de muchos visitantes, porque sus amplias autopistas, sus edificios y sus hermosas plazas gritaban progreso. Hoy es una ruina que apenas se mantiene.

 

 

Caracas cumple 453 años y luce vieja y desvencijada. No es que haya dejado de ser una ciudad con un clima benévolo y un verde espectacular. La naturaleza sigue siendo la bendición más palpable de esta tierra que alguna vez floreció a los pies del Ávila.

 

 

No es que haya perdido el potencial de ser una gran urbe en la que se reflejara un país pujante. No es que se haya borrado su pasado emancipador, cuna de grandes y escenario de la lucha por la libertad continental.

 

 

La Sultana del Ávila ahora es una ciudad triste. Su mayor activo, los caraqueños, ahora deambulan como zombies. Muchos solo comen de la basura. Las grandes construcciones que florecieron en años de democracia se caen a pedazos, igual que el ánimo de la gente que la habita.

 

 

La capital cumple años pero no hay cómo celebrarlo. Su majestuoso pasado se ha borrado de la memoria colectiva, pero sobrevive porque es la única ciudad del país en la que es posible sortear de alguna manera las dificultades que impone el régimen.

 

 

Los caraqueños que se han ido recuerdan la capital con nostalgia y extrañan el cerro que le sirve de escudo. Los que se quedaron son testigos de su deterioro y sueñan con verla rescatada.

 

 

Pero la ciudad no ha podido escapar del huracán de destrucción rojito que se ha ensañado con todo el país, por más que el jefe del régimen invente misiones para ponerla “bonita”. Parece que no entiende que el mantenimiento va más allá de pintar brocales o sembrar plantas que luego dejan que se sequen.

 

 

Lo que realmente merece Caracas es una inversión dedicada a recuperar cada calle, cada avenida, cada edificio público y cada plaza para que vuelva a ser digna de ser llamada sultana. Ese sería el regalo más apropiado para la capital. Y lo mismo requiere el país entero. Pero se entiende que para que eso suceda debe haber en el gobierno gente que realmente quiera a Venezuela y a sus ciudadanos.

 

 

A pesar de la ola de destrucción, hoy es un día para recordar a esa ciudad que alguna vez fue amable, bella y vivaz, para que podamos recuperarla más temprano que tarde.

 

 

Editorial de El Nacional

 

 

 


 
 
 
 
 

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