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Caracas está cundida de coronavirus

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Caracas está cundida de coronavirus


 
 El coronavirus avanza inexorablemente sobre Venezuela. Las medidas de confinamiento, que lo detuvieron en los primeros meses, ya resultan insuficientes y por cualquier resquicio aprovecha para dejar su huella.

 

 

Este domingo, el usurpador Nicolás Maduro, con una frase por demás pintoresca, lo dijo todo: “Caracas está cundida de coronavirus”. No lo tiene a 600 kilómetros, en la lejana Maracaibo, o en Cumaná, donde empieza a hacer estragos, no, ya está a poquitos, poquísimos, metros de Miraflores, metido en lo más populoso de la capital.

 

 

Como siempre, la culpa es de los demás: los trocheros, los migrantes, los médicos, los colombianos, el imperio, Brasil, Trump… Cualquiera es el responsable menos un gobierno incoherente que no ha sabido cómo enfrentar esta pandemia, más allá de encerrar a sus ciudadanos y esperar a que no se contagien. Porque esa ha sido siempre la estrategia. La única. Y pretender que por un milagro se levanten las sanciones y lleguen los insumos necesarios para poder enfrentar con decoro el ataque del coronavirus, porque en los hospitales y centros de salud ni siquiera hay agua corriente.

 

 

Ahora todos enfrentamos la llegada de este enemigo silencioso a Caracas, en pleno crecimiento exponencial de la enfermedad, superados los 10.000 contagios en todo el país, y en definitiva no estamos preparados. La curva de crecimiento se levanta agresivamente. El Valle, Sucre, La Vega, Coche, San Juan, El Recreo y El Paraíso, las parroquias más afectadas, sufren los embates del covid-19 cuando se creía que ya todo estaba superado. El gobierno usurpador enarboló la bandera de triunfo antes de tiempo.

 

 

Además, hay agotamiento. La gente, el ciudadano común y corriente, está cansado de los cuatro meses de encierro, necesitado además de generar ingresos para poder sobrevivir, porque la crisis económica no da tregua y los precios de los alimentos y servicios, a pesar de la pandemia, casi que se incrementan a diario.

 

 

Maduro está nervioso y molesto. El coronavirus le late en la cueva. Miraflores no está blindado, por lo menos contra este enemigo no.

 

 

Editorial de El Nacional

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