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¿Carabobo II?

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¿Carabobo II?




 La conmemoración de la Batalla de Carabobo nos conduce a recordar la manipulación de los hechos de la Independencia machacados por Chávez y todavía pendientes de rebatimiento cabal. Desde sus primeras apariciones públicas, el hombre de armas se presentó como continuador de las guerras ganadas a los españoles, es decir, como protagonista de un capítulo de la historia inacabada que él llevaría a feliz conclusión. Ahora, cuando desfilamos otra vez en el campo de batalla de manera simbólica, conviene volver a esa tonta idea, a la fantasiosa vuelta a una epopeya palpitante que carece de total sentido.

 

Los hechos históricos tienen un principio y un fin. Es evidente que el que nos ocupa, relativo a la Independencia de Venezuela y a la batalla que la convirtió en asunto exitoso, cumplió su cometido para dar paso a temas y a problemas posteriores que forman parte de otro contexto. La posibilidad de meterse en su cuadro no es solo una fantasía sin fundamento, sino también una pretensión desmedida que se pone en marcha para engañar incautos. Eso fue lo que hizo o lo que quiso hacer Chávez para filtrarse en el cuadro de honor de los próceres y para codearse con la figura de Bolívar.

 

 

No fue el primero en hacerlo, dicho sea de paso. La parejería empezó con Guzmán Blanco cuando anunció, en repetidas intervenciones, que las proezas que les faltaron a los independentistas quedaban a su cargo para llegar a feliz conclusión. De allí que se presentara como compañero de viaje del Libertador, quien había acabado físicamente su ciclo vital en 1830, y como terminador de su obra. Pero no había nada qué terminar. Los tiempos y los desafíos eran otros y solo una retórica vacía los podía reunir.

 

 

Tal retórica sirvió de fundamento a otros “salvadores” de la posteridad, entre ellos Juan Vicente Gómez, quien abonó la parcela del samán de Güere para que todos los venezolanos de la época lo vieran metido en la corte procera y patriotera. Ya sabemos que Chávez hizo su juramento “redentor” ante el mismo tótem vegetal, para que no quedaran dudas sobre su protagonismo de soldado renacido de la sangre de Negro Primero y de los ideales de la patria pendiente de redención.

 

 

Paparruchas, pretensiones inadmisibles, pero conviene recordaras antes de que el usurpador se incluya hoy en la caravana de la libertad imitando el modelo de su uniformado tutor. Hoy los desafíos son otros, las batallas son diversas, y en ellas queremos participar cuando llamamos la atención en torno a las ínfulas del militarismo y de la usurpación de la actualidad que seguramente despertará la nueva conmemoración de la Batalla de Carabobo.

 

 

Editorial de El Nacional

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