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Bolívar siempre

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Bolívar siempre


 
 En Venezuela, la presencia de Bolívar es imprescindible. Lo que hizo por la creación de la patria hace que permanezca presente mientras el tiempo pasa. La referencia a sus documentos ha sido recurrente, para formar un acervo al cual se acude con provecho. La memoria de sus hazañas bélicas continúa alimentando el orgullo de la sociedad, hasta constituir una reminiscencia que nadie puede borrar. Sobran las razones para tenerlo presente, en especial cuando celebramos la fecha de su natalicio.

 

 

Pero, así como ha sido objeto de una veneración fundamentada, los políticos del futuro se han aprovechado de sus ejecutorias para buscar la justificación de sus pasos no siempre cristalinos. Es proverbial el caso de Guzmán Blanco, quien lo usó para su vanagloria personal y para que su dictadura se vinculara con las hazañas del grande hombre y con las de la Independencia en general. Más escandaloso fue el predicamento de Juan Vicente Gómez, un sanguinario tirano que no dudó en presentarse como el continuador de sus hazañas. Para eso contaron con plumarios a quienes se pagaba el servicio de resucitar a Bolívar para convertirlo en guzmancista y en gomecista, a través de analogías estrafalarias.

 

 

La deplorable saga no solo continuó con Chávez, sino que llegó a un escandaloso apogeo. Chávez no solo se proclamó como heredero del héroe, sino que, además, quiso que la república se rebautizara como bolivariana y que todos fuéramos “bolivarianos”, es decir, acólitos del vástago contemporáneo de don Simón José Antonio nacido en Sabaneta para regenerar a la sociedad por mandato de la historia patria. A través de la borrachera de sus palabras, de las afirmaciones sin fundamento que dilapidó frente a las cámaras y de un alud publicitario jamás visto, llevó al Libertador a sus mítines, lo sentó en la mesa del consejo de ministros y le escribió un libreto para que dialogara con nosotros en sesiones dignas del manicomio.

 

 

Conviene recordar hoy estos disparates, estas injustificadas e irrespetuosas referencias a un héroe que murió en 1830 y que cumplió su ciclo vital y su ciclo histórico cuando le correspondió. Conviene llamar la atención hoy sobre cómo se han burlado de su obra los políticos y muchos autores del futuro, hasta extremos de insania, pero también llamar la atención sobre la credulidad de buena parte de la colectividad ante el vínculo que divulgaron y ante la idea de que un superhombre se puede levantar del sepulcro para arreglarnos la vida. La tenemos que arreglar nosotros, sin el auxilio del Libertador.

 
 
 Editorial de El Nacional
 
 
 
 
 

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