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Basura sobre un cadáver

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Basura sobre un cadáver

 

 

A la dictadura no se le ocurrió una idea más brillante que colocar a Nicolás Maduro ante los representantes de la prensa extranjera en Venezuela, con la cínica intención de lanzar toda la basura posible sobre la tumba del adolescente Fabián Urbina, de apenas 17 años de edad, presuntamente asesinado por la Guardia Nacional Bolivariana, según las investigaciones preliminares que conduce la Fiscalía General de la República.

 

 

 

Colocado por sus cercanos colaboradores en el aprieto mayúsculo de justificar el asesinato de Fabián Urbina, al dictador no le quedó otra alternativa que mentir descaradamente ante los corresponsales extranjeros que, como bien se sabe, no son inexpertos estudiantes de periodismo sino fogueados profesionales a los cuales no se les engaña tan fácilmente.

 

 

 

Valga recordar que esos corresponsales llevan muchos días recorriendo las calles de Caracas y presenciando en vivo y en directo los desmanes cometidos por la Policía Nacional Bolivariana y por la Guardia Nacional indignamente calificada de Bolivariana, para mayor bochorno de nuestro Libertador. Ayer, luego del apoyo público de Maduro, la fuerza militar asesinó a otro joven.

 

 

 

Maduro afirmó que había ordenado “una investigación sobre el caso del adolescente Fabián Urbina”. Pero ¿a quién se le ordenó? ¿A la fiscal Ortega Díaz? Pues claro que no, a pesar de que el Ministerio Público es la instancia adecuada e inevitable para conducir legalmente una investigación imparcial. Cualquier otro camino jamás tendrá la validez de un expediente que instruya un fiscal designado por el Ministerio Público, con amplio respaldo y recursos de los integrantes del Cicpc.

 

 

 

Al afirmar que él “ordenó” una investigación solo indica que quien lo dice ignora o desconoce la ley que es muy clara al respecto, y más tratándose de un hecho que ha golpeado rotundamente a la opinión pública nacional e internacional. En estos casos tan graves y conmovedores para la sociedad la Fiscalía no necesita que el Ejecutivo “se lo ordene”, pues la ley obliga al Ministerio Público a actuar de oficio. De manera que Maduro no puede ordenar ninguna acción de la Fiscalía sino, en todo caso, solicitar su actuación.

 

 

 

Pero el cinismo de la dictadura es tal que luego Maduro deja entrever que quería saber si hay una “conspiración” detrás de este suceso. ¿Una conspiración? ¿Para hacerle daño a él? Menudo embustero ha resultado este señor incapaz de aceptar sus errores y asumirlos con valentía.

 

 

 

Quien se hace daño es él cuando se desata a decir disparates que los venezolanos no tenemos por qué aguantar. Ya es suficiente con salir todos los días a tratar de comprar pan, leche, antibióticos, pastillas para controlar la tensión alta o unos muslos de pollo. Nos ha llevado a la ruina y encima nos pone la etiqueta de sospechosos y conspiradores. Hay que ser descarado.

 

 

 

Los únicos conspiradores que conocemos los venezolanos son militares y está a la vista de todo el mundo la torta que han puesto por malos administradores y proclives a los negocios ilegales. Es un misterio porque nadie va a la Escuela Militar a aprender a “ganar, ganar”. Entienden lo primero, pero lo segundo se lo niegan a los venezolanos decentes.

 

 

 

Editorial de El Nacional

 

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