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Bachilleres de exhibición

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Bachilleres de exhibición

Son ejemplares para la vitrina, anzuelos para pescar incautos, perlas de un collar infinito de fantasía ordinaria, pero reflejan la cruda realidad de un Estado fallido. Veremos uno de ellos, muy elocuente, gracias a una nota escrita en buena hora por nuestro periodista José Gregorio Meza, que merece amplio despliegue por la anomia que descubre, por las patrañas del socialismo del siglo XXI que pone de relieve.

 

 

La señora Raquel Ramírez, una residente de Maracay necesitada de trabajo y de conocimientos, se inscribió en un programa del Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista –¡vaya nombre!– para obtener el título de bachiller después de unos pasos por el liceo que había dejado a medio camino debido a necesidades económicas. Había un programa denominado “Bachilleres productivos” que le ofrecía oportunidad de seguir en las aulas mientras se ganaba la vida en diversos oficios, y llenó las planillas correspondientes. Quería ser una “bachillera productiva”, pero apenas se asomó a los cursos porque debía trabajar más que antes para mantenerse y para ayudar a su modesta familia.

Pero el socialismo del siglo XXI es sorprendente. Pese a que se había retirado del programa “productivo”, llamaron a la frustrada Raquel para asegurarle que se había graduado sin estudiar, y que debía viajar a un acto en Caracas, con el señor presidente, para recibir el diploma que avalaba su triunfo. Ella trató de explicar su situación, quiso contar su fracasada experiencia, pero no la dejaron. Usted es bachiller de la república y debe presentarse en un evento presidido por Maduro, quien le entregará la prueba de que usted cumplió satisfactoriamente con el plan de estudios. Por dinero no se preocupe, agregó el generoso catedrático que llamaba, pues viajará por nuestra cuenta en autobús especial hasta la capital y recibirá un bono de manutención. Al llegar topó con otros jóvenes como ella, que habían abandonado los cursos pero que estaban listos para recibir la golilla.

 

 

El acto no solo fue presidido por el usurpador, sino también por un destacado representante del gremio docente y Ministro de Educación, profesor Aristóbulo Istúriz. También estuvo en el proscenio Pedro Infante, pero no el afamado cantante de música ranchera, sino el Ministro de la Juventud y el Deporte que luce el mismo nombre. No hay constancia de que sonaran los mariachis entonces, pero se escucharon las palabras de la vicepresidente Delcy Rodríguez para referirse al plan en marcha de los “bachilleres productivos” y para agregar, por si fuera poco, que los graduandos serían incorporados a empresas e instituciones del Estado. Y colorín colorado.

 

 

Pero, por desdicha, abundan episodios de la misma catadura, peripecias sin final feliz a través de las cuales se revelan las patrañas de un régimen desenfrenado en la fabricación de argucias para confundir, de un sistema sin posibilidad de atender las necesidades de la sociedad, de una dirigencia que conduce al fracaso todo lo que toca porque carece de los elementos necesarios para acciones de mínima eficacia y del necesario respeto que debe a la ciudadanía. La historia personal que ha recogido José Gregorio Meza se multiplica por millones en diversas áreas, es el pan colectivo de cada día, el engaño consuetudinario de una “revolución” desvergonzada. Por eso la hemos resumido en nuestra nota editorial de hoy.

 

 

Editorial de El Nacional

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